Hace unos días, ante la mirada silenciosa de la Virgen de la Amargura, me vacié por completo. Dejé que mi voz se rompiera ante Ella... y ante Ella me rompí cuando no supe que más decirle.

Me dejé el alma y la vida para componer un paseo por las entrañas de las lágrimas que Ella, y solo Ella, es capaz de provocar por mi rostro con tan solo nombrarla.

Desde el atril de la Parroquia de los Descalzos, viví algo mágico al leer y compartir los veintiún sonetos que desde esa noche se guardan en un pliegue de mis recuerdos.

A los que me acompañasteis ese día, gracias por no dejarme sólo y llorar conmigo por la orilla de mis latidos.

A los que me habéis visto a través de las redes sociales recitar versos, gracias por vuestro aliento.

A los que de alguna manera habéis sido mis cómplices y mis confidentes durante la gestación de este reto literario, que sepáis que os debo varios cafés y decenas de abrazos.

A José Blas Moreno… qué más quieres qué te diga... Gracias por confiar en este simple juntaletras.

A mis enemigos, esos que dicen de mí que escribo cuentos para llorar, con este he llorado de felicidad; tranquilos, jamás entenderéis lo que supone escribir con la tinta de la verdad y la pasión.

Eso sí, me sentí huérfano de mis hermandades de referencia; y me invadió la tristeza cuando no vi a ningún miembro directivo de la Unión de Hermandades…

Pero besar la mano de la Amargura suple todas las espinas y todas las ausencias.

Lo único que me queda es quererla como la quiero, buscarla en un guiño de luna, y susurrarle, con los ojos llorosos… Dios te salve, por siempre, mi Amargura...

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios