LA TORRE DEL VIGÍA

Juan Manuel / Sainz Peña

La venda y la herida

ES, por desgracia, lo habitual. En todos sitios ocurre -aunque mucho me temo que es más costumbre de España que de otro lugar- que se les presta atención a las cosas peligrosas cuando termina por ocurrir una desgracia que se lleva por delante a un puñado de heridos o de muertos.

El accidente ocurrido en Madrid hace un par de días durante la celebración de una fiesta de Halloween demuestra que las autoridades y todos los que deben velar por la seguridad de la personas, apenas prestan atención -o al menos no la prestan con el interés que deberían- a la seguridad.

Es una obviedad decir que los accidentes no los quiere nadie, pero también es cierto que si se pusiera un poco más de celo a la hora de conceder permisos, de revisar locales o poner señales o un semáforo en un cruce peligroso, pongamos por caso, no llegarían las lamentaciones, o al menos no habría nada que reprochar a quienes velan porque todo transcurra con normalidad.

Dice el rico refranero español que más vale prevenir que curar, pero eso, visto lo visto, no es tenido en cuenta, y todo se quiere remediar cuando ya no hay posibilidad, cuando el daño es irreparable y lo único que queda es preguntarse por qué no se tomaron medidas oportunas para no poner en riesgo la vida de las personas.

Cuántas veces hemos leído y escuchado a los vecinos de cualquier lugar soltar aquello de "hasta que no pase una desgracia no lo van a arreglar", y, en efecto, no se pone solución al problema que sea hasta que ocurre alguna tragedia.

Casi siempre caen las quejas en saco roto, o se hace oídos sordos, hasta que las advertencias dan paso a los coches fúnebres o las escenas de hospital. Quienes deberían escuchar no ven y casi siempre callan.

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