El otro verano: Zahara

Años después, la niña se hizo cantante y sacó un disco en el que sacó toda esa experiencia a relucir

Ser cura de Zahara de los Atunes le gusta, aunque es agotador, más si eres de los pocos curas obreros que quedan y tu trabajo está en la almadraba. Por eso, en verano, aparte de perderse unos días por ahí, se permite bajar un poco el ritmo.

Una cosa que disfruta mucho es la rutina matutina de bajar a comprar el periódico y sentarse en una terraza de la plaza a leerlo mientras desayuna. Esa mañana, un titular llama su atención precisamente por estar donde está: "La polémica de Zahara". Cree que había pasado algo en el pueblo de lo que no se había enterado y lee con interés la noticia para comprender rápidamente que la polémica no tenía nada que ver con su pueblo, si no con una cantante de Úbeda.

Pese a ello sigue leyendo, con más interés si cabe, porque la polémica tenía que ver con una supuesta "ofensa a los católicos". Esta es la historia: una niña de 12 años fue abusada sexualmente, los niños del colegio empezaron a partir de ese momento a llamarle puta, su vida se convirtió en un infierno y ella, que era muy religiosa, rezaba todas las noches pidiéndole a Dios que terminaran las burlas, que terminara el acoso, que, al menos, le permitieran sentirse integrada en un grupo de amigos donde sentirse protegida. Pero nada de eso pasaba y lo que le hicieron entender desde la Iglesia (saca en conclusión nuestro cura) es que la culpa de todo aquello era suya, que no rezaba con la suficiente fe, que provocaba los abusos y los insultos…

Años después la niña se hizo cantante y sacó un disco en el que, como catarsis, sacó toda esa experiencia a relucir y para sintetizar todo lo que recogía el disco, la portada mostraba la imagen de ella como una virgen a la que le habían colocado el título de puta. ¡Cuánto le recuerda a nuestro cura esa imagen y esa historia a la de María de Nazareth, que pasó por una situación muy parecida!

Ahora, nuestros fariseos modernos, esos a los que les importa un carajo el sufrimiento del prójimo pero ocupan las primeras filas en el templo, piden censura por esa "ofensa". Él recuerda el caso de un cantante que veraneaba por el pueblo y que se encontró más de una vez en los bares, pero nunca en la Iglesia. También lo habían denunciado por supuestas ofensas. Alguna vez bromearon al respecto. Pero este caso no le hacía gracia. Le indignaba porque tenía la clara conciencia de que eran los católicos los que debían pedir perdón a esa muchacha, ¡y no al revés!

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