Por montera

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Una vergüenza

QUE trescientas personas hayan muerto, esta vez en Lampedusa, sí es una vergüenza. Lo es, lo fue y lo seguirá siendo mientras los poderes responsables en los países occidentales no tomen una determinación. Según Fortress Europe, en los últimos 15 años han muerto 8.000 personas tratando de cruzar el Canal de Sicilia. Muchas venidas de África, Asia y Oriente Próximo. Estas cifras son relativas, tan sólo, a quienes trataron de alcanzar ésta "puerta hacia Europa" porque su país es un infierno. Infiernos como Eritrea, "la Corea del Norte" de África. Allí no hay derechos, no hay nada, dicen quienes han podido salir.

Miles de jóvenes están obligados a hacer el servicio militar, que en principio, debe durar 18 meses pero el Gobierno lo prorroga de manera indefinida. Los chavales sufren los abusos de sus superiores, no tiene atención médica y a veces reciben 30 dólares al mes para alimentar a su familia. Son torturados y detenidos arbitrariamente y encarcelados como presos políticos en un país donde no existe la libertad de expresión ni la de pensamiento.

Quienes tienen el valor de huir de Eritrea no quieren volver porque no hay nada por lo que regresar. Kadane huyó de Eritrea a Sudán. Denuncia que las autoridades eritreas cruzan la frontera de Sudán para perseguirles y detenerles. Él fue uno de los presos a quienes encerraron en un contenedor metálico junto a 20 o 30 personas, en la región de Mai Edaga. Varios, murieron asfixiados. Les pegaban tanto, relata Kadane, que llegaban a creerse que habían hecho cosas que en verdad nunca hicieron.

Esos infiernos, con nombre propio, que todos conocemos, son, como dijo el papa Francisco el ejemplo de que se ha globalizado la indiferencia. Se globaliza y se extiende por siglos. En el siglo XVIII se calcula que de la ciudad de Ouidah, en Benín, salían cada año entre 15.000 y 20.000 esclavos. Hombres y mujeres que eran detenidos en las ciudades del país africano, y de otros países vecinos, que eran llevados a La Casa Oscura donde los hacinaban y eran tratados como animales. Los golpeaban, no les daban alimentos. Antes de obligarles a caminar hasta la costa, con los pies y las manos atadas con grilletes, les hacían dar muchas vueltas a un árbol que hay en ésa plaza de La Casa Oscura: "el árbol del olvido". Terminaban tan desconcertados que ya no sabían ni de dónde venían ni a dónde partirían. Aquéllos que sobrevivían eran vendidos como esclavos a Brasil. Quienes no llegaban a la costa para embarcar eran tirados al mar como alimento de lo cocodrilos. No parece que hayan cambiado mucho las cosas en siglos cuando vemos que 500 personas venían pidiendo nuestra ayuda a Europa y han muerto ahogados en el mar. Aquella playa de Ouidah se llama "la puerta del no retorno" y permanece erguida para nunca olvidar aquella vergüenza.

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