Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Que vienen los chinos

No indagué acerca de un trío zoofílico que se montaron un pangolín, un murciélago y un ayudante de laboratorio wuhanés. Por puro vértigo y cuidado de la propia estabilidad mental, con lo cara que está, decidí que tampoco exploraría si ha sido el Club Bilderberg, sus primos del de Roma, la CIA o el Partido Comunista chino quienes han diseñado al bicho de la destrucción, sea para meter a la demografía o a los mercados en caja, sea para golpear al enemigo oriental de las dos barajas del comucapitalismo o, alternativamente, al enemigo occidental yanqui dirigido por el erratismo y el esperpento hechos rubio platino y chupitos de lejía. Y así conseguir uno u otro erigirse a la cima del poder planetario. Pero son muchos días de rareza hecha cotidianidad, que asumimos y digerimos por defensa contra el abatimiento y la locura de andar por casa. Puede que haya sucumbido finalmente a la conspiranoia, y a una en concreto. Espero que se me pase pronto y la verdad y el realismo abran mis ojos, ahora espantados por la desconfianza al desvelar cuál es en realidad el origen de la pandemia. No paro de rememorar el Caso del Bacalao de Mortadelo y Filemón. Pero no es eso, es más técnico. 5G, o más.

Concluiremos este segundo párrafo con el descubrimiento en cuestión: el origen maléfico, taimado y global de todo esto. Que, ya lo adelanto, está en China. No puedo revelar mis fuentes, que más bien son una revelación. Lo he deducido casando dos noticias. La primera es sobre un grupo de pensadores de la Universidad de Cambridge que aconsejan una batería de medidas para relajar el confinamiento sin provocar la segunda ola de contagios: bajar la música de los locales, para que la gente no acerque sus morros a las orejas -cuellos y lo que dé- de los extraños, copazo en mano; puertas que se abren o cierran si el cupo del establecimiento está cubierto, y sistemas de dirección única -según las agujas del reloj- para transitar en ellos o en los parques; pulseras que te chivatean que te estás llevando el dedo a la oreja o a algún otro sitio de la cara epidémicamente peor. Y entonces, leyendo esto, eureka: la vacuna que están desarrollando "los chinos" es en realidad una táctica para introducirte un chip -subcutáneo o fluyendo en el torrente sanguíneo, eso no lo sé todavía- con el que el control vía móvil se da la mano con la localización, monitorización y hasta robotización de todos los humanos. Ah, dejé atrás la medida clave de las propuestas de Cambridge: no hablar cara a cara, y hacerlo todo por el móvil. Nos la han endilgado, pero bien.

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