Sería esta mañana de sábado primaveral si no fuera por el viento de levante que nos acompaña ya desde hace días. La naturaleza anuncia el cambio que se va a producir en nuestro alrededor con la llegada del buen tiempo.

Las aves invernantes que han estado aquí, han sido vecinos por un tiempo, porque en sus zonas de cría del Norte de Europa, la nieve y el frío hacían inhóspitas las condiciones de vida: no se encontraba comida y las bajas temperaturas ponían en peligro su subsistencia. Con la subida de las temperaturas abandonan sus "cuarteles de invierno" y regresan a latitudes septentrionales. Las alegres grullas nos abandonan, Mesas de Asta y la Janda son sus enclaves favoritos gaditanos. Estos días, algunos bandos han sobrevolado Jerez con el jubiloso trompeteo a modo de despedida. Algunas ya habrán cruzado los puertos pirenaicos buscando sus lugares de cría en tierras lejanas.

Los ánsares ya están abandonando nuestras tierras y su instinto les hace buscar sus terruños donde nacieron para empezar su anual ciclo reproductor. Cerca de nosotros, en el Coto de Doñana, han estado engordando sobre todo a base de los rizomas de las castañuelas y luego triturando esas raíces a base de la arena del Cerro de los Ánsares, tan conocido y querido por los rocieros de la Hermandad de Jerez.

Los petirrojos, que han inundado nuestros jardines, con su frágil y bella presencia y con sus trinos en esos amaneceres y atardeceres lluviosos, emigran igualmente para poner sus nidos en los bosques y huertos de tierras europeas. Algunos, pocos, se quedan con nosotros criando igualmente en latitudes más meridionales.

Y los estorninos, tordos, que nos han asombrado con sus vespertinos vuelos e increíbles figuras grupales por toda la Avenida este invierno, se desparraman por toda España y Europa para traer sus crías en la primavera. ¡Buen viaje, os esperamos a todos el año que viene!

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