La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Contra el virus: mal por tarde

La tardanza en reacccionar ha hecho desproteger a los dos colectivos más vulnerables: los ancianos y los sanitarios

El filósofo Paolo Flores d'Arcais -referente de la izquierda europea- le ha dicho a Íñigo Domínguez que tuvo la impresión de que en su país, Italia, todas las medidas contra el virus se tomaban una semana o diez días más tarde respecto a los datos que ya obraban en manos del Instituto de Sanidad, " y luego he visto que en otros países, en Francia o en España, no se ha aprovechado la experiencia de Italia y han tenido retrasos aún mayores".

Acierta el filósofo. El problema es que la tardanza en reaccionar ante la pandemia implica que la reacción es insuficiente y la gestión deficiente: se hace mal porque se hizo tarde. Cuando se decretó el estado de alarma y se dictó el justificado confinamiento ya se había perdido un tiempo precioso con la celebración de espectáculos, manifestaciones y encuentros deportivos. Cuando se cayó en la cuenta de que hacían falta mascarillas, respiradores y test de detección los mercados estaban enrarecidos y todo era más caro y complicado.

Eso tiene que explicar en parte el misterio de que un país de desarrollo medio-alto y dotado de un buen sistema sanitario se haya alzado a las más altas cimas mundiales de la impotencia frente a la pandemia del coronavirus: la de mayor número de muertes por cada millón de habitantes y la de mayor porcentaje de sanitarios contagiados. Sencillamente, no ha habido material suficiente para prevenir la enfermedad de la población más vulnerable (residencias de ancianos) y controlar a la más expuesta (médicos, enfermeros, dependencia).

El Gobierno presume de un informe del Imperial College de Londres según el cual el confinamiento del 14 de marzo salvó 16.000 vidas. La réplica sale sola: ¿cuántas se hubieran salvado confinando a la gente desde el 7 de marzo? El caso es que algunos científicos españoles se la han hecho y su respuesta, documentada, es aterradora. Lo positivo en la gestión de la crisis (los ERTE, las ayudas a pymes y autónomos, la futura renta mínima, los créditos, los alquileres) palidecen ante este pecado original de negligencia. Y lo negativo (la improvisación, la descoordinación, la falta de transparencia, la propaganda, los bandazos) se amplifica y agrava por la incapacidad del poder político para tomarse en serio la amenaza letal que venía de Italia y, curiosamente, se detuvo en la frontera de Portugal. Pregunten por qué.

¿Quiere esto decir que Vox tiene razón en sus desvaríos montunos o que el PP lo está haciendo bien? ¡Qué va! Lo veremos.

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