No podía ser de otro modo con lo que está cayendo. Este que esto les escribe que es el mayor hipocondriaco del mundo tenía que escribir algo sobre el coronavirus dichoso. Decirles que estoy hasta las trancas - con perdón - sería lo más normal. Pero no. Hasta hoy, cosa rara en mí, estoy bastante tranquilo; mañana no lo sé. Tengo un conocido en Estados Unidos que está investigando, por su profesión científica, el virus y, como ya lo he llamado doscientas veces, me dice que normalidad absoluta. Ya pasará. Por ahí todo bien. Y, además, me comenta: si lo cogieras, camita unos pocos días y como siempre has hecho: paracetamol de un gramo, friegas de "vivaporu" en el pechito y caldito caliente. Es decir, lo de toda la vida. Sí hay, en cambio, algo que me preocupa por esa condición de hipocondriaco en ejercicio, las manos. Llevamos oyendo aquello de que hay que lavarse las manos constantemente como medida preventiva. Pero, cuidado con tanto lavatorio. Entre tanto jabón fuerte, gel desinfectante, alcohol porque este último - el gel - escasea, colonia sin marca - que las otras son muy caras -, toallitas de las que atascan el retrete y hasta fairy cuando vas fregar, tienes las manos en carne viva. Conozco a uno que sólo se pone guantes para salir de nazareno que lleva dos semanas con guantes suavecitos porque tiene las manos ensangrentadas con tanto escamondeo. Y es que no tenemos términos medios. Por eso, tranquilidad, a esperar y no vean demasiado la televisión que pueden asustarse con las cifras, los datos, los contagios, lo que pasa en Italia... Lean el Conde de Montecristo o Anna Karenina, que eso sí que da serenidad; al menos de espíritu.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios