La tribuna

Rosario Troncoso Gil

Otra visión de la Justicia

LA curiosidad suele conllevar el deseo de conocer los fallos ajenos y la crítica derivada de esa curiosidad puede tener como finalidad la reivindicación del criticador en un intento de diferenciarse de los demás.

Últimamente, de forma inusual, la Justicia es objeto de interés para la ciudadanía, que expresa agriamente sus críticas. La lamentación del ciudadano (comerciante, médico o fontanero) sobre la Administración de Justicia , siguiendo lo dicho, supone el deseo de poner de manifiesto las diferencias con quienes son responsables de ese servicio para manifestar lo buen comerciante, médico o fontanero que se es.

A esto ayuda el que el funcionario despierte en los demás una cierta antipatía. Sin embargo, no por ser mejor o peor persona se está predispuesto a opositar o no. No están los peores en un sitio y los mejores en otro, con lo que hay tan buenos o malos médicos como funcionarios de justicia o periodistas.

Si es cierto lo anterior, también lo es que la actividad que se desarrolle y el nivel de exigencia determina cómo finalmente seamos. Es decir, que se llega de una manera a la función pública y la cultura imperante en ella va condicionando otra, menos proclive a la excelencia.

Admitida con matices la crítica, y sobre todo admitido que este servicio necesita mejorar, el cambio en la cultura de los funcionarios de Justicia debería ser el objetivo prioritario de cualquier responsable político o administrativo que abogara por esta mejora. Pues en una fábrica de coches puede que los trabajadores compartan con los robots el protagonismo, pero en la prestación de un servicio como éste lo único de verdad importante son las personas que lo prestan.

Los medios materiales son necesarios, pero las personas son absolutamente imprescindibles, y su compromiso con la mejora, algo sin lo que ésta es imposible.

Así pues, la revolución pendiente es una revolución individual que debe venir precedida del reconocimiento público de que la labor de administrar Justicia no recae en los hombros de un solo grupo de funcionarios. La importancia mediática de los jueces no debe disfrazar la realidad de que todas y cada una de las piezas del delicado entramado que es un órgano judicial tienen su cuota de responsabilidad en la calidad del servicio que se preste. Así como tampoco deja de tener importancia la Administración que, en la más que manida frase del Tribunal Constitucional, administra a la Administración de Justicia y cuyos responsables no siempre tienen asumido ese carácter instrumental y de servicio.

No se debe hablar sólo de más medios: ilusionar, implicar, motivar, son verbos que no se conjugan en la Administración en general, y en ésta en particular, quizá menos que en ninguna.

La indefinición de objetivos, la falta de liderazgos claros, la escasa preparación en gestión de personas de quienes somos sus responsables, pueden explicar en parte una escasa calidad en los resultados. Otra explicación puede ser el que no se apliquen criterios de racionalidad económica, lo que desembocaría en una incorrecta utilización de recursos que son escasos, mientras que se podrían arbitrar soluciones no basadas en la tradición, sino en la imaginación, tendentes a aminorar esos costes.

Por otra parte, el sistema de organización administrativa de los juzgados está obsoleto, ya que responde a una estructura social agraria y diseminada. La informática está infrautilizada y ello obliga a asumir tareas repetitivas que desmotivan y consumen tiempo y energía.

El trabajo tiende a organizarse en compartimentos estancos, con lo que está ausente la idea de pertenencia a una organización que debe funcionar y cuyo resultado final debería ser responsabilidad de todos.

Sin un liderazgo claro, sin una organización diferente del trabajo, sin una implicación de todos en todas las tareas, es imposible que abordemos la misión de la mejora sin fracasar; y todo ello pasa por el cambio en la cultura de la organización, que a su vez sólo es posible mediante la formación continua.

Por abundar en lo dicho, antes de abordar la implantación de la nueva oficina judicial, que implica un cambio organizativo, nos deberíamos plantear que es imposible construir un edificio nuevo sobre cimientos viejos y que las personas que han de soportar ese nuevo edificio no pueden tener la misma forma de ver las cosas que en el sistema vigente.

Como reflexión final me gustaría destacar que trabajamos para vivir, pero también para que se nos aprecie y se nos respete. Queremos irnos a casa con la satisfacción de haber sido acreedores de ese reconocimiento. En eso nadie es diferente.

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