¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La voladura de las instituciones

Asistimos a un importante desgaste de las principales instituciones democráticas de España

En una conversación que mantuvo con Manuel Hidalgo, Jon Juaristi aseguró que "como viejo thatcheriano" no creía demasiado en la sociedad, pero sí en las instituciones. En la misma cháchara, el escritor vasco-judío recordó también al novelista alemán Heinrich Böll, quien "decía que seguía siendo anarquista, pero que necesitaba de unas instituciones que eran las que le permitían vivir como individuo en libertad, que le daban su libertad personal".

Cuando la dictadura agonizaba, las gentes del régimen estaban desconcertadas con el futuro. Entonces surgió un lema que pretendía desinflamar la inquietud: "Después de Franco, las instituciones". Como sabemos, tras el general vino la democracia, y su entramado corporativo (Cortes, Movimiento, etcétera) se transformó o esfumó. ¿Por qué? Porque era de cartón piedra, incapaz de perpetuarse sin el hombre que lo alimentaba. Compárese este derrumbe con el caso de Gran Bretaña, la democracia más antigua del mundo, que incluso puede permitirse el lujo de mantener instituciones claramente anacrónicas -la Cámara de los Lores es un buen ejemplo, aunque no el único-, sin que nada se tambalee. Para que una democracia funcione hacen falta muchas cosas; una de las más importantes es una red institucional fuerte y sana. Eso es, precisamente, lo que peligra ahora en España.

En los últimos tiempos asistimos a un importante desgaste de las principales instituciones democráticas del país: la Corona, la Justicia y el Parlamento. No hablamos sólo de los ataques selectivos e interesados de los enemigos del "régimen del 78", que se centran en las figuras de los monarcas, sino en la actitud irresponsable de los partidos supuestamente sistémicos, PP y PSOE, cuya desafortunadísima y cínica actuación en la renovación del CGPJ ha sembrado la duda sobre la labor de los tribunales pocas semanas antes de que comience el juicio del procés. Lo visto el miércoles en el Parlamento, con la expulsión de Rufián por hacer honor a su apellido, no es más que otro ejemplo de la decadencia y bajo nivel de nuestras Cortes. Mientras tanto, Pedro Sánchez no para de viajar, masajeando dictaduras y prometiendo mundiales imposibles. Al menos, se ha puesto firme con lo de Gibraltar, algo que siempre funciona, como bien sabía Franco, el hombre que no pudo perpetuarse en sus instituciones de cartón piedra.

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