Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

El voto con tele entra

LA letra, nos decían, con sangre entra. Aparte de la ibérica negritud implícita en esa rima sádica, no sé yo qué tipo de letra entra a reglazos. Entra mal la letra a golpes, en todo caso: no hay soldados de la buena letra. Ya no leemos más que fragmentada y poliédricamente, absorbemos piezas de información de aquí y de allá, sin detenernos mucho, de forma superficial. ¿Cuántos programas electorales se ha leído usted en su democrática vida de votante? ¿Cuántas ponencias de conferencias políticas de partido alguno? "Es la tele, estúpidos, la vieja tele", parecen haber descubierto los jefes de campaña. Ahora podemos intuir que el voto con tele entra, y no con debates sesudos, sino con programas insustanciales o -mejor- superficiales. Emotivos y tal. ¿Quién dijo que la que fue "la pequeña pantalla" sería otra víctima de internet, como la radio se dio por muerta a manos del vídeo? McLúhanes tiene la comunicación, pero la apuesta por la televisión es lo que pita en la campaña: hasta los periódicos han comprendido que en estos días deben dar páginas a lo que se cuece en la tele. Pablo Iglesias, concedámoslo, lo vio claro y es pionero. Pero el momentazo, concedámoslo también, es el de Bertín.

Bertín es un simpático y arrollador bohemio de derechas (concedamos aquí el oxímoron) Creo que seduce hasta a muchos que lo ponen como los trapos. Es mucho mejor frente a la cámara en la cocina de su casa que cantando canciones de señoras casadas abandonadas en la cama tras ser despachadas por el semental. A mí, por qué negarlo, me cae bien. Será que no lo puedo evitar yo tampoco, porque mi tipo no es (el subconsciente es rebeldón, ya se sabe). El jerezano arrasa en los shares. No sólo muchas mujeres, progres incluidas, quieren verlo hacer salsas en su Osterizer mientras llama de tú a los candidatos a presidentes del país y los abraza como se abraza a un colega en plena exaltación etílica de la amistad. El otro día salvó al presidente del Gobierno de su grisura, que parecía incurable. La derecha televidente rozó el clímax: descubrió que Mariano puede ser hasta cachondo. La izquierda renegó de la intromisión del no-periodista y del regate de Rajoy, que prefiere hacerse un Bertín en vez de acudir al debate de El País ("¿Qué haces tú, a tu edad, discutiendo con esos tres pipiolos, Mariano?", le diría Jorge Moragas). Votos, y notoriedad: aquí está el tío con brío a dos semanas de las elecciones. La tele, hombre, la vieja tele. (¿Irá alguno a Adán&Eva? Recordemos que Rivera debutó con picadores con un cartel de él en pelotas. Todo se andará.

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