No sé si el precio del tabaco está incluido en el IPC porque, cómo lo esté, lo rompe: quince céntimos cuesta más el paquete de rubio en el estanco, pues uno no se atreve ya ni a comprarlo en los bares, aunque a veces no tengas otro remedio. Entiendo que un alto precio es una magnífica forma de disuadirme para dejar el maldito vicio, y he hecho varias promesas de acogerme a un plan que tiene el SAS (aseguran que puede funcionar) pero, en mi modesta opinión, lo único que está consiguiendo que vuelva el tabaco de contrabando: si el del estanco es malo para la salud el primero tiene pinta de ser todavía peor, habida cuenta de las innumerables falsificaciones de todo tipo de productos, procedentes de países donde la legislación sanitaria es una entelequia. El aumento del precio ha provocado también la vuelta incluso del cigarrillo suelto y, a este paso, veo al ciudadano recogiendo las colillas en Chapín y en los toros como en los tiempos del tío Paco.