La zanahoria es el palo

Utilizar los presupuestos europeos para imponer políticas a los estados miembros suena a chantaje

Decíamos ayer que el discurso de lo políticamente correcto, al no permitir decir las cosas claramente, tampoco permite discutirlas. Prefiere imponerse imponiendo silencio. Es un signo de los tiempos. Se ha perdido la fe en la razón. Nadie discute nada si puede obligarlo. Los argumentos quedaron para las alambicadas series de televisión de pago. En el Parlamento se parla poco. Se cuentan los votos, siempre predefinidos por su color político. Está por ver que un diputado de un partido vote a favor de lo que propone el diputado del partido contrario porque lo ha escuchado y le ha convencido.

El ministro de Asuntos Exteriores de Francia se suma a la tendencia general. Jean-Yves Le Drian ha dicho que si Polonia y Hungría no pasan por el aro de la política inmigratoria que dictan Berlín y París les dejarán sin dinero. En vez de convencerles de las impresionantes ventajas progresistas que tiene llenar tu país de inmigrantes musulmanes, van a ponerles la zanahoria de los presupuestos parlamentarios como un palo con el que castigarles.

Algunas malas lenguas sugieren que Polonia no tendría estos problemas con el gobierno francés de haber comprado unos helicópteros militares que, al final, no le convencieron. No me hace falta ese juicio de intenciones para considerar feo que unos miembros de la UE amenacen a otros con un recorte presupuestario por razones ajenas a los criterios de reparto de esos presupuestos.

Supone una injerencia en la soberanía de cada nación. Y un intento de socavamiento de la legitimidad democrática de los gobiernos de Polonia y Hungría. Además, levanta suspicacias de cuál es el verdadero objetivo de los presupuestos europeos, si fomentar un desarrollo equilibrado o si imponer una política monocolor. También nos obliga a preguntarnos por qué la cuestión migratoria es una prioridad de algunos gobiernos europeos, de modo que por ella son capaces de vulnerar la soberanía, de puentear la democracia y de hacer contabilidad creativa con los presupuestos. Si Polonia o Hungría incumplen la ley comunitaria, como alegan, habría que acudir a los tribunales, no a las cuentas.

Es posible que el efecto sea el contrario al deseado. No creo que ningún gobernante cambie la política que exigen y votan sus ciudadanos porque otro, más rico, te viene con recortes condicionados. Parecería un chantaje. El ministro francés de Asuntos Exteriores no ha estado muy diplomático.

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