Adiós, ministro

Si algo deja claro el paso de Illa por Sanidad es que en estos momentos ese Ministerio requiere de un buen gestor -él no lo ha sido- capaz de manejar la situación

PASÓ en la primera ola. Volvió a ocurrir en la segunda y hoy, en la tercera, vuelve a ser una realidad: España es uno de los países con una tasa de incidencia del Covid más alta y, desde luego, muy por encima de los países de referencia en nuestro entorno como Alemania, Francia e Italia. Todas las luces de alarma se han encendido en el ya castigado sistema sanitario sobre el que pende la amenaza de colapso si los contagios no empiezan a bajar ya. El combate a la pandemia está sin una autoridad centralizada que lo coordine con eficacia y cada autonomía tira por su lado en un galimatías de regulaciones dispares que cuesta trabajo entender y en medio de batallas como la del adelanto del toque de queda. El proceso de vacunación está fallando: ni llegan las dosis que se habían anunciado, ni la dispensación se está haciendo con la velocidad requerida ni hay un plan nacional de vacunación que le otorgue a los ciudadanos un mínimo de certidumbre sobre cuándo podrán estar inmunizados frente al virus… Podríamos seguir añadiendo notas hasta completar el espacio de este editorial para dibujar el panorama en el que hoy Salvador Illa abandona el Ministerio de Sanidad para dedicarse a las elecciones catalanas, una decisión que lo retrata a él y también a Pedro Sánchez. El balance de Illa, desde el punto de vista sanitario, es el propio de una persona que llegó al puesto sin ningún tipo de preparación en la materia y con la misión de cuidar las relaciones del Gobierno con sus socios nacionalistas catalanes. Bien es cierto que Illa ha hecho gala de moderación en las formas, tan necesaria en la crispada política española, y ha exhibido dotes de buen comunicador. Llega a la política catalana con este bagaje y sus perspectivas electorales no son malas, algo que conviene valorar. Pero si algo ha dejado claro su paso por el Ministerio de Sanidad es que en estos momentos ese Ministerio requiere de un buen gestor que conozca la gravedad del diagnóstico y las recetas adecuadas. No están los tiempos para enjuagues políticos ni para perder de vista que Sanidad se ha convertido quizás en la cartera más trascendente del Ejecutivo.

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