Andalucía y el terremoto político

Por el bien de la estabilidad, el Gobierno andaluz tiene que ser capaz de mantener su fortaleza y aislarse de la guerra que enfrenta a PP y a Cs en otros territorios

El terremoto político provocado por la convocatoria de elecciones autonómicas anticipadas en la Comunidad de Madrid y la moción de censura contra el Gobierno de coalición en la Comunidad de Murcia puede tener numerosas consecuencias en los acuerdos que mantienen PP, Ciudadanos y Vox en otras instituciones de todo el territorio nacional. Por el momento, y pese a estos movimientos, los socios de gobierno en Andalucía han afirmado que la estabilidad está asegurada en la comunidad, aunque para sacar adelante sus propuestas y los Presupuestos de 2022 Juanma Moreno y Juan Marín siguen dependiendo del voto de los parlamentarios de la formación de Santiago Abascal, que hace sólo unos días dejó clara su intención de dejar de prestar su apoyo al no haberse implantado el llamado pin parental. Desde las filas socialistas en Andalucía, conscientes de sus limitaciones, se observan con cierta cautela estos movimientos y por ahora, aseguran, no van a entrar en ningún juego de mociones de censura. Queda por ver, pues, si el Gobierno andaluz será capaz de mantener la fortaleza de la que ha hecho gala hasta ahora, sin grandes roces entre PP y Cs, y aislarse de todo el ruido que se está produciendo y el que queda por escucharse a medida que se sucedan los acontecimientos en las dos comunidades antes mencionadas. Andalucía no puede ser víctima de las luchas internas de los partidos en un momento en el que la salida de la crisis sanitaria, económica y social debe concentrar todos los esfuerzos. Los partidos políticos pueden disputarse legítimamente el control de un espacio político, como ocurre ahora en el centroderecha, pero han de asumir la responsabilidad suficiente como para tener claras las prioridades. En la actual situación, la estabilidad es un bien objetivo y hay que felicitarse de que en Andalucía parezca garantizada. No es momento, pues, de que se trasladen los problemas de otros a nuestra tierra y sí de demostrar que es posible gobernar desde el diálogo y el consenso por encima de los, por otra parte muy legítimos, intereses de partido.

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