Nuevos retos de la igualdad entre sexos

Una vez lograda la igualdad legal, ahora hay que conseguir que ésta impregne los ámbitos laboral y familiar

Negar lo mucho que ha avanzado la sociedad española en la igualdad entre sexos sería, además de cicatero, completamente falso. En unas pocas décadas, en el mundo occidental, la mujer ha pasado de jugar un papel completamente subordinado y doméstico, en el que ni siquiera tenía capacidad para abrir una cuenta bancaria sin el consentimiento de su esposo, a ser mayoría en las universidades y a estar presente en todos los ámbitos de la actividad pública y profesional. A nadie le extraña hoy ver a una mujer pilotar un cazabombardero o presidir una multinacional. La emancipación de la mujer, que nació prácticamente con el siglo XX, experimentó dos empujes fundamentales: en la Segunda Guerra Mundial -cuando las féminas ocuparon los puestos en las fábricas que dejaron vacantes los hombres que marcharon al frente- y en la década de los sesenta, cuando tanto la píldora anticonceptiva como los profundos cambios de mentalidad que se operaron en la población occidental propiciaron una mayor igualdad entre hombres y mujeres. En España, además, la llegada de la democracia y de la Constitución fue también decisivo en este aspecto.

Sin embargo, y pese a lo dicho, parece evidente que la igualdad aún no es completa y que todavía queda mucho por hacer. Una vez lograda la plena igualdad legal y jurídica, ahora hay que esforzarse en algo más complicado: que esta condición impregne todos los actos y situaciones de los ámbitos laboral y privado de las personas. Un estudio realizado recientemente por el prestigioso IESE Business School, Maternidad y trayectoria profesional, desvela que el 28% de las mujeres renuncian a la maternidad para poder desarrollarse en su carrera. ¿Cómo reducir esta estadística? Avanzando en medidas que permitan la mejor conciliación entre la vida familiar y la profesional, algo para lo que se requiere la colaboración y cambio de mentalidad tanto de las empresas contratadoras como de las parejas masculinas, que deben admitir una mayor carga de responsabilidad en los trabajos y cargas del hogar. A nadie se le escapa que, hoy por hoy, las mujeres continúan siendo las que asumen la mayor parte de las labores domésticas. Las administraciones, por su parte, también pueden aumentar las muy escasas ayudas a las familias. En definitiva se necesita no sólo un cambio de normativas laborales, sino sobre todo un giro de mentalidad que permita alcanzar la verdadera igualdad entre sexos.

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