Trump no piensa en moderarse

Anuncia la deportación inmediata de hasta tres millones de indocumentados y agravia al Reino Unido recibiendo a Farage

Conforme pasan los días desde la inesperada victoria en las elecciones presidenciales en EEUU del candidato republicano Donald Trump crece la incertidumbre sobre si, como presidente, moderará las políticas que ha prometido como candidato o las aplicará sin el más mínino atisbo de pragmatismo. Los primeros signos son poco alentadores. El triunfador en las elecciones, al conseguir la mayoría de compromisarios necesarios para ser elegido presidente por el Colegio Electoral pese a perder en voto absoluto frente a la candidata demócrata, Hillary Clinton, pareció hacer un pequeño guiño a la moderación al señalar que mantendría parcialmente la reforma sanitaria emprendida durante su mandato por el todavía presidente Barack Obama. Pero a la vista de sus inmediatos anuncios y gestos posteriores probablemente ha sido sólo un espejismo. Trump no tiene intención de moderarse. Al contrario, aupado en la victoria, parece dispuesto a implementar alguna de sus más polémicas promesas electorales. En una entrevista en el programa 60 minutes de la cadena de televisión CBS, la primera que concede como presidente electo, Donald Trump sostuvo que deportará con carácter inmediado a unos tres millones de inmigrantes indocumentados que, calcula, tienen antecedentes penales. Una especie de anticipo de que cumplirá su promesa de expulsar del país a los once millones de residentes que, según su estimación, cruzaron la frontera de manera clandestina. Se confirmaría por tanto su intención de aplicar una política implacable con la inmigración, pese a que ésta ha sido una constante en la forja como nación de EEUU. Pero no fue el único gesto preocupante que dejó durante el fin de semana. El republicano recibió este domingo en la Trump Tower de Nueva York a Nigel Farage, líder del partido eurófobo UKIP. La cita ha causado el lógico malestar en el Gobierno del Reino Unido, aliado tradicional de los estadounidenses, por el agravio que supone. Farage, además, se ha autoproclamado mediador entre el flamante presidente electo de EEUU y el Gobierno británico. Es un pésimo síntoma que el primer representante político europeo con el que intercambie pareceres tras su victoria electoral sea Farage, artífice del discurso más radical -y falsario- que alentó el Brexit, en vez de con alguno de los gobernantes de los países más relevantes del Viejo Continente. La Unión Europea debe aunar criterios cuanto antes, porque tiene la obligación de jugar un papel destacado de contrapeso frente a la impredecibilidad política de Trump. No basta con una cena informal como la que celebraron ayer ministros de Exteriores de laUE, que tuvo las clamorosas ausencias del Reino Unido y Francia. Es tiempo de que Europa cumpla con su deber.

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