La corrupción derriba a Aguirre

Un político no es sólo responsable de sus acciones, sino también de la de sus colaboradores. La dimisión era necesaria

Esperanza Aguirre presentó ayer su dimisión como concejal del Ayuntamiento de la capital de España acosada por los múltiples casos de corrupción que salpican a los íntimos miembros de su equipo. La madrileña, una de las líderes con más influencia en la base sociológica del centro-derecha español -sus encontronazos con Rajoy, sin embargo, han sido repetidos y enconados- no ha podido resistir la presión mediática y política tras la detención en la llamada operación Lezo del que fuese su estrecho colaborador y sustituto cuando dejó el Gobierno de la Comunidad de Madrid en 2012, Ignacio González.

Aunque hoy por hoy no hay nada que implique a Aguirre en ningún caso de corrupción y nadie puede poner en duda su honestidad, lo cierto es que son numerosos sus antiguos colaboradores que han acabado implicados en alguna de las muchas tramas que acosan al PP: el Tamayazo, la Gürtel, la Púnica, etcétera. Como es bien sabido, un político no es sólo responsable de sus acciones, sino también de la de los colaboradores en los que depositó su confianza. Por lo visto, Esperanza Aguirre no tenía muy buen ojo a la hora de escoger a éstos, por lo que su dimisión entra dentro de la más estricta lógica política.

El posible final político de Aguirre (nunca hay que despreciar su capacidad de resistencia) supone también el final de toda una época en la política de la capital de España y su comunidad autónoma, así como el de una facción del PP que la tenía como una de las esperanzas blancas de la derecha española. El predicamento de Aguirre, que apenas escondía sus ambiciones de hacerse con el mando del Partido Popular a nivel nacional, iba mucho más allá de las fronteras madrileñas y levantaba importantes simpatías en un amplio sector de la derecha sociológica española, que admiraba su estilo de mando desacomplejado, su desparpajo dialéctico, su conservadurismo social y su liberalismo económico.

La dimisión de Esperanza Aguirre puede ser un alivio para sus adversarios dentro del partido, como la actual líder del PP madrileño y presidenta de la comunidad autónoma, Cristina Cifuentes, o el mismo Mariano Rajoy, pero deja muy herida la credibilidad del partido del centro-derecha en Madrid, que ya se ha convertido en un paradigma de formación agujereada por los gusanos de la corrupción. Es cierto que Cifuentes ya ha empezado la limpia de su partido, pero deberá emplearse mucho más a fondo. A la vista está que hay mucho trabajo por hacer.

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