Una decisión dura, pero necesaria

El presidente Sánchez ha hecho lo que debía: condenar el asesinato de Khashoggi y proteger los intereses de España

La presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tomó ayer la decisión acertada: mantener la venta de armas a Arabia Saudí y, al mismo tiempo, condenar sin paliativos el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Turquía a manos de los servicios secretos del país del Golfo Pérsico. Es, a nadie se le escapa, una decisión contradictoria que coloca al Ejecutivo en una postura muy incómoda, pero la política y el ejercicio del poder obligan, a veces, a estos juegos de malabares. Se ha producido un choque entre la "ética de las convicciones" y la "ética de la responsabilidad". Pedro Sánchez se acogió ayer a la segunda, consciente de los importantes y dañinos efectos que podrían suponer para la economía española (y especialmente la gaditana) una brusca interrupción de la venta de armamento a los saudíes.

Las voces que empujaban a Pedro Sánchez en la dirección contraria no tenían absolutamente nada que perder ni en lo personal ni en lo político. Es fácil presumir de virtuosismo cuando uno no se juega el pan de su familia o no tiene la responsabilidad política de procurar el bienestar de los ciudadanos. El Ejecutivo era muy consciente de los problemas de empleo y desarrollo económico de la Bahía de Cádiz, también de la importancia que para Navantia y las industrias auxiliares de este astillero tiene la construcción de cinco corbetas para los saudíes, que supondrán un importe de 1.800 millones de euros y que generarán 6.000 puestos de trabajo en cinco años. Aparte, como apuntó Sánchez, los contratos de venta de armas a Arabia Saudí "son obligaciones contraídas por un Gobierno anterior que cumplen con los requisitos internacionales", y la obligación de su Gobierno es "velar por la seguridad jurídica y dar certidumbre en cumplimiento de las obligaciones internacionales de España".

Dictaduras que vulneran continuamente los derechos humanos hay muchas en el mundo, y los países occidentales hacen todo tipo de negocios con la práctica totalidad de ellas. La comunidad internacional hace bien en condenar y presionar a Arabia Saudí para que corrija su rumbo, pero España no puede ser tan ingenua de ignorar los muchos intereses estratégicos que se esconden, a veces, detrás de las decisiones aparentemente nobles. Ver a Erdogan o a Putin liderando una cruzada por los derechos humanos provoca, como mínimo, recelos. Vivimos en un mundo muy complejo en el que es imposible gobernar sin tomar decisiones que contradicen las ideas más nobles de los gobernantes. Pedro Sánchez, insistimos, ha hecho lo que le correspondía hacer.

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