Tribuna

José Mazuelos Pérez

Obispo Asidonia-Jerez

La Alegría de la Navidad

"No tengáis miedo, porque os traigo una buena noticia una gran alegría… Hoy os ha nacido en la ciudad de David un salvador, que es el Mesías, el Señor" (Lc 2,10). Es éste el anuncio que hacen los ángeles a los pastores y a cada uno de nosotros para invitarnos a contemplar el misterio de amor encerrado en el pesebre de Belén.

Al igual que en aquellos días, también hoy, ante este anuncio surge la pregunta ¿cómo podemos hablar de alegría en un mundo herido por la violencia, por el desamor? Hay tanto dolor acumulado, tanto sufrimiento inútil y evitable. Al mismo tiempo, vivimos en una sociedad tecnológica que ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Pues bien, ante esa aparente victoria del mal y ante la imposibilidad del mundo de generar alegría, los ángeles nos dan una señal: "Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre",

La 'señal' es la ternura de Dios: Él que nos mira con ojos llenos de cariño, que acepta nuestra miseria, se muestra enamorado de nuestra pequeñez. Es la humildad de Dios llevada hasta el extremo; es el amor con el que desde aquella noche asume nuestra fragilidad, nuestros sufrimientos, nuestras angustias, nuestros anhelos y nuestras limitaciones, mostrándonos que la alegría tiene un origen distinto del tener y afirmando que la luz ha vencido y vencerá a las tinieblas del mal.

Es por ello que la Navidad es siempre alegría, pues en Belén, Dios entró en la historia, lo divino se hizo humano. Con Jesús nacido entre nosotros la tierra se hace cielo, el tiempo eternidad, el otro, presencia y cercanía de Dios junto a nosotros. La Navidad siempre es alegría porque nos trae la alegre noticia de que no estamos huérfanos en la vida sino que, junto a nosotros, está y camina el Dios de la verdad, del amor y la vida. El Emmanuel, el Dios con nosotros. Y Dios también ha venido en la persona de Jesús, para mostrarnos cómo reconciliarnos unos con otros, como hijos del único Dios que es el Creador de todos nosotros.

Navidad es camino divino. En Jesús, Dios vino a nosotros para mostrarnos el camino de la divinidad tan ansiado desde los tiempos de Adán y tantas veces frustrado a lo largo de la historia desde la torre de Babel. Y ese camino como brilla en el portal junto a María y José, no es el poder y el tener, sino un niño envuelto en pañales que nos ilumina y nos enseña que las rutas para alcanzar la divinidad y la inmortalidad son los senderos de la humildad, el amor y el perdón.

La Navidad, como nos muestran los pastores, es también un encuentro Y caminamos para encontrarlo; encontrarlo con el corazón, con la vida, encontrarlo con la fe. Es por ello que en la liturgia de la santa Nochebuena nos presenta la Encarnación como una luz que irrumpe y disipa la densa oscuridad. "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras y una luz les brilló". Esa luz nació en Belén y fue recibida por las manos tiernas de María, por el cariño de José, por el asombro de los pastores. La encontró la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios. En cambio, no la vieron los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios personales, los que adoptan actitudes de cerrazón. Miremos al misterio y pidamos a San José que nos ayude a encontrar a nuestro Dios y dirijámonos a la Virgen Madre, diciendo: "María, muéstranos a Jesús".

Navidad es además vida. Sí, esta fiesta es la celebración del nacimiento de quien dijo: "Yo he venido para que tengan vida en abundancia". Entonces no puede haber tristeza, sino una inmensa alegría porque la luz de la vida resplandece siempre sobre nosotros. No he encontrado palabras más bellas para expresar esta convicción que las dichas por el Papa León Magno (430-461): "No puede haber lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor a la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa…que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos; nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido a salvarnos a todos. Alégrese pues el justo, porque se acerca la recompensa; regocíjese el pecador porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a la vida."

Ante ese misterio que brota en el Portal, celebremos con Jesús, María y José la cercanía y el amor de Dios. Alegrémonos al contemplar esa Familia Santa porque ella es nuestra familia, es el principio de la Iglesia, es la simiente del mundo renovado y verdadero.

Llevemos, como los ángeles, como los pastores, como los Magos de Oriente, el anuncio de la Navidad a todo el mundo y proclamemos con fuerza y alegría: Nos ha nacido un Salvador, Jesús, el Mesías el Señor. Él es el comienzo de la humanidad nueva, de la vida verdadera, fundada en la verdad de Dios y edificada con las buenas obras del amor.

Que la Virgen Santa, en cuyo seno se gestó quien es nuestra paz, nuestra vida y nuestra alegría, nos ayude "a conservar siempre estas cosas y meditarlas en nuestro corazón".

Os deseo a todos una muy Feliz Navidad y un Año Nuevo 2018 colmado de bendiciones.

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