Tribuna

Jesús Verdú Baeza

Profesor titular de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la UCA

'Brexit': año cero

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'Brexit': año cero / rosell

Mañana, 31 de enero de 2020, será una fecha que, sin duda, quedará registrada en los libros de historia con una significación especial. Se trata del último día de pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea después de 47 años de membresía en los que ha marcado siempre su propia visión, su singularidad y su perspectiva propia de lo que implicaba la integración. Lo cierto es que, si este punto de inflexión tendrá unas consecuencias relevantes para el Reino Unido -y sólo el tiempo nos permitirá juzgar objetivamente su carácter negativo o positivo-, también tendrá desde ahora un impacto severo sobre la Unión Europea en su conjunto.

Esta organización, que nace después de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo fundamental de impedir nuevos estallidos bélicos que han desangrado nuestro continente durante siglos, inició en su día una vía original de defensa de intereses comunes de los estados miembros mediante un proceso de integración supranacional que ha venido superando los tradicionales marcos soberanos de los estados para afrontar los desafíos de una sociedad internacional globalizada y compleja. Además, la UE se fundamenta en los valores comunes de los estados basados en el respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y la defensa de los derechos humanos configurando un espacio jurídico propio e innovador, una Comunidad de Derecho, utilizando la fórmula del jurista alemán Walter Hallstein. Hasta ahora, esta organización ha sido un referente y un polo de atracción a la mayoría de los estados europeos no incluidos en su origen. Para los países que iniciaban la transición a la democracia en la segunda mitad del siglo XX, después de años de dictadura totalitaria tanto en el rur como en el este de Europa, la UE era el modelo donde anclar sus anhelos de libertad y apuntalar el desarrollo económico y social.

Si el sueño europeo se agrietó preocupantemente con el enfoque de respuesta a la gran recesión que se inició en 2008, la ruptura del principio básico de solidaridad en la crisis de los refugiados de 2015 contribuyó a debilitar profundamente su credibilidad e imagen abriendo la puerta a los demonios de los nacionalismos excluyentes y populistas que tensan las estructuras del proceso de integración europeo y amenazan un contraproceso de involución.

En este contexto, la Unión Europea debe afrontar desde el 1 de febrero de 2020 un importante desafío que permita, por una parte, encontrar un nuevo acomodo en las relaciones con el Reino Unido y, por otro, buscar cómo adaptar su papel a las nuevas realidades y contexto internacional. Efectivamente, no debemos olvidar que el Reino Unido sale de la Unión Europea pero no de Europa, y que existen vínculos tanto políticos como jurídicos que conviene, no sólo no romper, sino reforzar para afrontar los retos de un mundo complejo y cambiante. La UE debe transformar esta crisis en oportunidad para tratar de asentar y consolidar su modelo de sociedad en un contexto de turbulencias, donde los antiguos aliados (Estados Unidos) ya no lo son tanto, y las amenazas están en una orilla sur del Mediterráneo frágil e inestable, en un Oriente Medio convulso y en permanente confrontación y con nuevos actores emergentes (Rusia, China, Turquía) con los que, a pesar de las múltiples divergencias y controversias, hay que mantener puentes y vías de negociación.

Las repercusiones del Brexit serán numerosas y se van a proyectar en particular con especial intensidad en varios escenarios con una gran incertidumbre, como, por ejemplo, Irlanda, pero, sin duda, el tema de Gibraltar es especialmente sensible.

Con fuerte vocación europea y compartiendo sus valores y principios, Gibraltar ha encontrado en la UE un marco que le ha ayudado a crear un modelo de éxito consolidando una sociedad emprendedora y pujante. Además, la membresía común con España ha permitido canalizar razonablemente los desencuentros, proporcionando un foro de tratamiento de disputas, tanto a nivel político y administrativo, a través de la Comisión, como judicial, mediante recursos al TJUE.

Por lo tanto, la salida del Reino Unido, y en consecuencia de Gibraltar, va a suponer un reto de gran magnitud para, de una parte, mantener un modelo de éxito (que ha beneficiado a Gibraltar, pero también al Campo de Gibraltar) y por otra, encontrar un foro de tratamiento de las cuestiones transfronterizas que faciliten la convivencia de Gibraltar con su entorno natural, el Campo de Gibraltar.

Desde el 1 de febrero, y durante el resto del año 2020, los negociadores tendrán el desafío de buscar antes del 31 de diciembre un nuevo encaje en las relaciones futuras del Reino Unido y de Gibraltar con la Unión Europea que permita, como hemos tratado de argumentar en este artículo, transformar una crisis en oportunidad y que el 31 de enero de 2020 no quede reseñado en los libros de historia entre las fechas que marcan los fracasos, sino entre aquellas que significaron el inicio de nuevas oportunidades.

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