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Tribuna

Ernesto Vilariño

Secretario general de Justicia para la Guarcia Civil (Jucil)

Ceuta y Melilla: aproximación al caos

Ceuta y Melilla: aproximación al caos Ceuta y Melilla: aproximación al caos

Ceuta y Melilla: aproximación al caos / rosell

Una avalancha humana, facilitada desde el otro lado de la frontera, cruzó la valla para inundar de problemas sociales, económicos y políticos la ciudad española de Ceuta hace un año. Más de diez mil personas se infiltraron en una acción que exigió por primera vez la intervención del Ejército para contener esta invasión territorial. Ha pasado el tiempo y no ha ocurrido nada de lo que las Administraciones públicas se comprometieron a llevar a cabo. La situación es la misma en las débiles cortinas metálicas que delimitan el perímetro de España en el norte de África cuando de nuevo se reabran, después de dos años cerrados, los pasos fronterizos con Marruecos.

Las dos ciudades españolas, Ceuta y Melilla, continúan amenazadas, día y noche, por posibles tsunamis de personas que, así lo comparto, buscan un futuro y un mundo mejor. Pero algunos están dispuestos a conseguirlo con violencia, a golpes, con garfios metálicos en las manos que no dudan en utilizar frente a guardias civiles y policías que, es su trabajo, solo pretenden que se cumplan unas normas que señalan que quien llame a la puerta de la solidaridad de España lo haga de manera pacífica.

Cada salto a las vallas por inmigrantes subsaharianos se salda con una nueva lista de heridos entre los guardias civiles, quienes tratan de contener una riada humana atraída por el efecto llamada que provoca el hecho de que agresores de anteriores invasiones logren su objetivo; permiso para moverse con libertad por España. Cuando ocurre, como el mes pasado en Melilla en dos ocasiones consecutivas, comienza un goteo de visitas de políticos y una nueva ristra de declaraciones y compromisos colgados en el aire. O como dice mi compañero y buen amigo, el portavoz de Jucil Agustín Leal: "promesas escritas en una barra de hielo". A la postre, agua pasada.

¿Para cuándo, señor ministro del Interior?

Prometieron reforzar la valla para dificultar que pueda cruzarse, no lo hicieron. Prometieron mejores y modernos medios de contención de muchedumbres, adecuados a la situación y mejores medios de protección personal para los guardias civiles encargados de la tarea. No lo hicieron, aunque ahora, gracias quizá a la presión de la Asociación Profesional JUCIL, se anuncia, a través de un expediente de emergencia, la compra de cascos y chalecos antibalas para las dotaciones de Melilla.

Prometieron un aumento de la plantilla para que la situación no sea la de cuatro quijotes frente a mil o dos mil asaltantes armados con garfios en las manos y clavos en el calzado. No lo hicieron.

Y lo peor. Prometieron que el sueldo de estos guardias civiles y el de los policías nacionales sería igual al de los policías autonómicos, como los Mossos D'Esquadra en Cataluña o los ertzainas en el País Vasco. Y no solo no lo hicieron, ¡es que votaron en contra de esta equiparación salarial!

Con la reapertura de los pasos fronterizos con Marruecos la situación puede ser caótica. Con una plantilla que deberá repartirse entre el control de las vallas y la atención a los viajeros que arriben a los puertos de ambas ciudades. Todo apunta a que se reproduzca el caos de ocasiones anteriores y que de nuevo se necesite la colaboración temporal del Ejército para su control.

Sometidos a un Gobierno esclavista

El actual Gobierno, declaradamente esclavista, porque guardias civiles y policías nacionales trabajamos gratis dos meses al año frente a lo que cobran esos otros cuerpos policiales, es además declaradamente segregacionista, porque mantiene, defiende, promueve y se siente cómodo con el principio de: "A igual trabajo, menor salario", y consolida esta desigualdad con su voto en el Parlamento.

Imagine que usted, en uniforme verde, con un casco anticuado, sin chaleco antibalas, con ropa inapropiada y con cientos de horas de servicio impuestas y muchos descansos olvidados quien está en la valla cuando otra tromba de inmigrantes pretende superar ese último obstáculo, su propio cuerpo. No pido que me diga qué haría. Y le adelanto que los que están allí, con seguridad, cumplirán con su deber pese a todo. Le pido que lo tenga en cuenta cuando escuche de un responsable del Gobierno una promesa más.

Esclavizados, discriminados, los guardias civiles seguiremos en nuestro trabajo como ciudadanos convencidos de que el principio A igual trabajo, igual salario también se refiere a nosotros y no solo a unos pocos privilegiados o protegidos del Gobierno de turno. Y en su caso, recuerde señor ministro, señora directora general de la Guardia Civil, señoras y señores parlamentarios, que cumplir con la igualdad les incumbe y les obliga. Nada les permite sentirse por encima de los principios básicos del Estado Democrático y de Derecho.

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