Tribuna

José María Agüera Lorente

Catedrático de Filosofía

Cuidado frente a extractivismo

Según algunos cálculos, habría que subir un 70% el IRPF para pagar parte de los cuidados que hoy se hacen gratis. De tal magnitud es su valor económico

Cuidado frente a extractivismo Cuidado frente a extractivismo

Cuidado frente a extractivismo / rosell

El cuidado es la esencia del cultivo, actividad que transformó la vida de homo sapiens sobre la faz de la Tierra con la revolución neolítica. El inculto es el no cultivado, el que está por civilizar, el que no ha sido cuidado como es debido para llegar a ser plenamente humano. Casos extremos de esa falta de cultivo son los llamados niños salvajes, como el famoso Víctor de L'Aveyron, cuya historia fue magistralmente plasmada por François Truffaut en su película L'Enfant sauvage. La educación, en efecto, es una de las versiones del cuidar, esencial en igual medida que la agricultura para el sólido cimiento de la civilización, y complemento inseparable de la puericultura, es decir, el cuidado del niño (del puer latino).

Frente al paradigma del cuidado, el de la extracción. La pesca y la caza seguramente son las más ancestrales actividades representativas del paradigma de la extracción. Y también, por supuesto, la guerra. Trabajos todos ellos abonados para la gesta.

Los trabajos del cuidado no son apreciados como notables. Tienen algo de naturaleza negativa en el sentido de que no producen, sino que evitan que ocurra el mal. Toda inversión en ellos parece no lucir, pues se trata de conservar en buen estado lo dado. Por contra, los trabajos de extracción traen a la esfera de nuestro poder lo que no nos era dado. No hay drama en el cuidado que sí hay en la extracción, en el cazador que expande el territorio en busca de la presa y, en general, en el buscador de recursos que ha de luchar por arrebatárselos a la naturaleza o a otros, incluso si es menester mediante el recurso a la guerra. El tiempo del cuidado es aburrido, tedioso, incluso ingrato. Nulo margen hay en él para el reconocimiento de la heroicidad humana. Digamos que no es viril, sino femenino. La extracción, el botín, siempre fue cosa de hombres. Su tiempo es el corto plazo, que conlleva la gratificación inmediata. El tiempo del cuidado es el largo plazo en cuya dimensión se diluye la entidad del beneficio que depara.

La dicotomía que aquí presento entre los paradigmas del cuidado y de la extracción tiene su plasmación desde la perspectiva sociológica. La recientemente galardonada con el Premio Nacional de Sociología, pionera en la investigación del trabajo dentro del hogar, la socióloga María de los Ángeles Durán, ha acuñado el término cuidatoriado para nombrar la clase social de los que cuidan. Importante, sin duda, para el reconocimiento de una realidad que si no se nombra no existe. Según sus cálculos, habría que subir un 70% el IRPF para pagar parte de los cuidados que hoy se hacen gratis. De tal magnitud es su valor económico. En cualquier caso, una necesidad social que nuestro Estado del bienestar no cubre, que puede comprar quien tiene recursos; pero quien carece de ellos recurre al cuidatoriado, los que se dedican principalmente a cuidar siendo la mayoría trabajadores no remunerados en absoluto o insuficientemente remunerados. Los remunerados suelen ser mujeres inmigrantes con condiciones laborales peores que todos los demás trabajadores. Pero el grueso de esta clase social son mujeres que no cobran por cuidar, sino que lo hacen por afecto o por sentimiento de obligación familiar. Sin derecho a la seguridad social están condenadas a la miseria y a la dependencia.

El 8 de marzo pasado mediante Real Decreto el Gobierno aprobó que el Estado volviese a hacerse cargo del pago de la cotización a la Seguridad Social de los cuidadores no profesionales de personas dependientes a partir del pasado 1 de abril del presente año; pago que no hacía el Estado desde 2012 cuando los ajustes de la reforma laboral aprobados por el ejecutivo de Rajoy como recorte debido a la crisis.

Con un país inmerso en un invierno demográfico, que envejece a toda prisa, con una de las esperanza de vida más altas del planeta, el sector del cuidado es el gran negocio; si no fuera porque pocas familias pueden pagar lo que cuesta una plaza en una residencia o una persona que cuide interna al dependiente. Es la confusión de mercado y economía la que lleva al desprecio del trabajo de cuidados, que poco tiene que ver a simple vista con la producción y la generación de riqueza.

Ya lo dijo Robert Kennedy el 18 de marzo de 1968 en el fragor de la campaña electoral: "el PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida". Por eso no mide el cuidado, quedando este trabajo, esencial para gozar de una vida buena, al margen de valoración y ninguneado en la agenda política.

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