Tribuna

Nuria del Saz

Periodista

Dejen a mi género en paz

Dejen a mi género en paz Dejen a mi género en paz

Dejen a mi género en paz / rosell

Alas mujeres constantemente nos marcan una hoja de ruta. Antes los hombres. Ahora, una parte de las mujeres se han atribuido la voz del resto. ¿Dejar atrás unas cadenas para agarrarnos a otras?

Algunas mujeres de mi generación están tan ensimismadas desenterrando esqueletos que se olvidan de mirar a su alrededor. No se han percatado de que el resto no vivimos rodeadas de huesos. Desentierran una y otra vez los mismos esqueletos, como si fueran estudiantes de Medicina atrapadas en un bucle temporal, a las que alguien previamente les ha inoculado un virus. El sesgo-género virus del que no se pueden zafar.

Viven ancladas en un pasado que ni siquiera recuerdan. Reviven situaciones que sufrieron quizás sus madres o sus abuelas. Sienten en carne propia historias del pasado, después de haber vivido la adolescencia y la juventud en la España de los años noventa con lo que ello significa.

Mujeres con las que perfectamente, por edad, podría haber compartido mesa en la universidad o copas en los bares. Mujeres libres sexualmente. Mujeres que han vivido su sexualidad como han querido y sus maternidades también, que han ido y han venido por todo el mundo. Mujeres diversas que se han buscado a sí mismas, que se han construido y deconstruido. Mujeres que no nacieron hace dos siglos. Que no vivieron bajo regímenes opresivos. ¿De dónde nace la radicalidad de sus palabras escritas en las redes? Mujeres con libertad para elegir parejas de vida y de cama. Mujeres libres para sellar compromisos y libres para romperlos cuando no satisfacen sus expectativas de vida. Mujeres que culpan a la colectividad de una situación personal. ¿Por qué algunas mujeres nacidas en los años de la democracia culpan de muchas de sus dificultades a su género y no al hecho de que las personas encontramos dificultades a cada paso? Los límites autoimpuestos son insuperables.

Las decisiones personales conllevan consecuencias… y éstas también son personales e intransferibles.

En todo caso, el debate sería otro, porque el gran tema de la mujer es la maternidad y una sociedad que no protege la maternidad no protege su futuro.

Seguir desenterrando los mismos esqueletos desde hace treinta o cuarenta años es agotador. Sobre todo porque ni siquiera tuvimos que desenterrarlos las niñas que estudiamos en los ochenta, porque el horizonte de acceder a la universidad, al empleo, a puestos de responsabilidad, a todo aquello que deseáramos ni siquiera nos lo tenían que decir, porque era lo que se esperaba de nosotras. De las niñas. De los niños. Todos incluidos bajo el masculino como género no marcado. Y te sentías niña. Luego mujer, femenina. Fuerte y capaz de todo. Y no existía la ideología de género. Teníamos modelos inspiradores… Mujeres dentro y fuera de la familia que nos servían de referentes. Alguna porque, ciertamente, había estado oprimida por algún varón infame, despreciable, y no quería ser como ella. Sufridora… Eso te alentaba a ser distinta y fuerte. Otras porque siempre fueron libres, aún en la adversidad (esas mujeres han existido siempre a lo largo de toda la Historia), porque criaron solas a sus proles, trabajando y renunciando a mucho. Igual que siempre hubo familias donde fueron ellas las que dominaron. Porque también ha existido el matriarcado. Nada nuevo bajo el sol.

Eran, insisto, modelos. Referentes. No hemos crecido carentes de referentes, como se empeñan en repetir para que terminemos creyendo la mentira. A nuestro alrededor tenemos docenas de ellos, de ellas… Otras, porque fueron la excepción y alcanzaron la luz pública con estudios y puestos de relevancia. Todo eso ya existió y no se ha inventado ahora, ni se está inventando ahora. Las mujeres siempre hemos tenido referentes. Femeninos y masculinos. Pretender que las mujeres necesitamos modelos femeninos para inspirarnos suena a cliché monjil de novela barata. Pensar en que las mujeres sólo nos miramos en mujeres para inspirarnos produce sonrojo. Es autolimitarnos de partida.

Las que nacimos en la España de los años setenta vivimos una película muy distinta. Podías casarte… o no. Irte a vivir con tu novio o con tu novia. Sí. Es probable que a tus padres aún les diera un parraque antes de aceptarlo. Pero te fuiste al final con tu novio o con tu novia. Tuviste o no hijos. Si los has tenido por presión social, perdona que te diga, pero con una cuestión tan seria no se juega, no es algo relativo al género, sino a que tienes que tener muy claro lo que quieres para tu vida. Seas hombre o seas mujer. Los hijos no se tienen porque toca. Puestos directivos, carreras de ciencias y tecnología. Ahora la corriente trata de llevar a las mujeres hacia la Ciencia, nos guste o no, igual que en tiempos pretéritos no se daba más opción que dedicarse a bordar primores, gustaran o dieran arcadas los bordados. Pero lo de dejar ser, parece que no se contempla.

Aquí estamos todas. Todos. Cada cual en un lugar, con nuestras opciones y, sobre todo, desde nuestras libres elecciones. De eso va la vida. No del género.

Dejen a mi género en paz. Y al otro también. Porque juntos sumamos. Y mejor ir de la mano.

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