Tribuna

Tomás Navarro

Periodista y arabista

Muerte en San Petersburgo

El estallido terrorista sangriento de San Petersburgo va dirigido contra una Federación Rusa que quiere extirpar el yihadismo

Muerte en San Petersburgo Muerte en San Petersburgo

Muerte en San Petersburgo

Con dos bombas en vagones del metro de San Petersburgo, explosionadas en hora punta, matando a diez personas e hiriendo a medio centenar, el terrorismo hace presencia en la segunda ciudad más poblada de la Federación Rusa. Las autoridades cerraron el metro y las estaciones afectadas inmediatamente fueron atendidas por los servicios de emergencia al mismo tiempo que la Policía rusa iniciaba las pesquisas tendentes a conocer quiénes y por qué dejaron abandonadas dos mochilas en dos vagones del metro de la antigua capital imperial rusa.

A los españoles les recuerda este proceder a los atentados del 11-M en Madrid, que también fueron perpetrados por yihadistas en vagones de trenes. Durante los últimos dos años, los atentados con explosivos en Europa se han visto reducidos, aumentando, sin embargo, los realizados por terroristas individuales con camiones, coches o utilizando armas blancas como los machetes. Berlín o Londres se han visto salpicadas por estos yihadistas que de alguna manera no pudieron conseguir explosivos para causar un daño mayor.

El papel de la Federación Rusa en la lucha internacional contra el terrorismo yihadista sin duda está siendo eficaz. Los militares rusos combaten al Daesh y Al Nusra no sólo en Siria, sino que también lo hacen en el propio suelo ruso. Con cinco franjas horarias y una extensión que hace de este país el más grande de todos (desde Kaliningrado en Europa hasta las islas Curiles en Asia Oriental), la Federación Rusa tiene en el Cáucaso, en Chechenia, como antes ya lo tuvo como Unión Soviética en Afganistán, su propio laboratorio antiyihadista.

El Gobierno de Moscú tiene como quizás ningún otro información pormenorizada y actualizada sobre las distintas facciones, movimientos, cofradías y grupos yihadistas que vienen realizando atentados terroristas por el mundo entero desde Afganistán hasta España, pasando por toda Asia Central, Oriente Medio, Sahel, África del Norte y Europa. El presidente Vladimir Putin viene denunciando desde el inicio del conflicto en Siria la suma peligrosidad del yihadismo como una praxis sangrienta que "genera división y odio entre los propios musulmanes y árabes". Putin aboga por redefinir cómo terminar con él a nivel global, pero la realidad implica que hay estados que de alguna manera ven en el yihadismo un actor necesario para sus intereses geopolíticos y mientras éstos no se aborden, la bestia yihadista hará todo el daño allí donde pueda.

La lucha en Siria e Iraq dista mucho aún de encontrar una "solución global" y por eso tanto Washington como Moscú sopesan cada uno de sus pasos en estos dos países árabes insertos en una lucha a muerte contra la barbarie yihadista. Este papel de Moscú como agente antiyihadista, además de eficaz, le ha supuesto numerosas amenazas de los grupos yihadistas. Las dos bombas en el metropolitano de San Petersburgo pueden serlo de alguno de los movimientos o grupos yihadistas que hayan podido burlar la criba policial y de los servicios de inteligencia rusos, que como los occidentales, están en alerta permanente para detectar las posibles acciones terroristas que puedan afectarles.

Desde su elección presidencial, Vladimir Putin y el sedimento político que lo apoya vieron en el yihadismo a un enemigo potencial global y asimétrico. La campaña de Chechenia para terminar con una especie de Daesh a la rusa, le hizo aprender -por sus altas pérdidas en vidas humanas- que había que evitar siempre que éstos grupos se adueñasen de un territorio que pudiesen gobernarlo, porque eso implicaba toda una campaña de guerra para aniquilarlos o expulsarlos. Por eso, Vladimir Putin se adelantó a sus homólogos europeos en comprender sin fisuras qué significaba el establecimiento del autodenominado Estado Islámico (Daesh), el que esta aberración se afincase entre Siria e Iraq.

El estallido terrorista sangriento de San Petersburgo va dirigido contra una Federación Rusa que quiere extirpar el yihadismo y, conforme se vislumbre el hundimiento del mismo en los territorios que controla en el Medio Oriente, intentará ocasionarle el mayor daño posible, como ya ha hecho en Madrid, París, Londres, Berlín, Bruselas, Niza… Terminar con el yihadismo, al menos en donde tiene sus bases, es tarea prioritaria.

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