Tribuna

Francisco Antonio García Márquez

¿Orgullosos de nuestra pertenencia?

En cualquier estudio académico en el que se intente dar respuesta a cuestiones de ámbito territorial, siempre se ha de partir de un diagnóstico previo en el que se identifiquen las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas (el conocido análisis DAFO) vinculadas a la región que se pretende analizar. Una de esas variables que se deberían perennemente tener en cuenta y que, sin embargo, es profundamente costosa a la hora de cuantificar es el sentimiento de orgullo y pertenencia al territorio.

Si ya de por sí, establecer un valor numérico a una emoción se antoja difícil por diferentes cuestiones que tienen que ver con el momento personal o profesional que estemos viviendo, la vinculación territorial añade un componente sociológico que complica aún más la cosa. Y en años de pandemia, ya ni les cuento.

Esta cálida tierra andaluza de la que formamos parte, siempre se ha caracterizado por infundir en sus paisanos un fuerte grado de arraigo, es decir, un profundo sentimiento de pertenencia al territorio. Estarán ustedes conmigo en que nuestras tradiciones y vivencias culturales y sociales de las que disfrutamos (o disfrutábamos) diariamente, tienen en este punto una notabilísima importancia.

“Yo soy así y tienen que comprender que mis costumbres son esas y no las quiero perder”, reza con gran acierto la conocida sevillana. Pero, ¿acaso este tiempo de crisis, más en plural que nunca, no está afectando también a este orgullo territorial? Me sorprende que sea una cuestión tan poco comentada. Aunque claro, en el momento en el que lo que está en juego es la salud, en primer lugar, y, posteriormente, la economía familiar, estas preguntas, por descontado, pasan a un último plano.

Nuestras fiestas de la vendimia, nuestra Navidad con sus zambombas, el vecino y querido carnaval, nuestra intensa Cuaresma y Semana Santa, nuestra Feria, nuestro deporte… Todas las semanas hay algo (o había) que hacer en este rincón al sur de España, que nos hace sentirnos protagonistas principales de una región, y más concretamente, un municipio que, permítanme el atrevimiento, destaca.

Porque somos aquellos, quienes conocemos las miserias y posibilidades de nuestra tierra, los que podemos hacer algo por contribuir a su desarrollo. Me enorgullece que, desde un prisma mucho más íntimo y seguro, las hermandades inicien sus actos de culto, las asociaciones de caridad continúen con su labor incansable y callada o las corporaciones culturales retomen su actividad de cara a un público de pantalla.

Y es que, si no damos un paso al frente y seguimos trabajando, de una forma nueva y esperemos que temporal, el esfuerzo de tantos otros que nos han precedido puede caer en el olvido. De hecho, y muy a nuestro pesar, podría darse el caso de que alguno de estos grupos con fuerte presencia en nuestra localidad lleguen a desaparecer. Y eso sería una nefasta noticia para el sentimiento de orgullo y pertenencia a una ciudad que, gracias a sus cuestiones y tradiciones territoriales, al menos y por una vez en el buen sentido de la palabra, contagia.

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