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Profesor de Derecho en Icade

¿Reaccionará el PP?

C's ha venido para intentar el asalto a La Moncloa. Y en Génova hace falta algo más de humildad: movimiento de poltronas y la generosidad de los que deben dar un paso al lado

¿Reaccionará el PP? ¿Reaccionará el PP?

¿Reaccionará el PP? / rosell

El inmovilismo no gana elecciones. El conformismo tampoco. El adanismo huele a rancio, pues ya todo, o casi todo, está inventado y hecho. Y el populismo, tarde o temprano, acaba perdiendo por el camino su careta o máscara sinónimo de un arrogante trampantojo político. Por unas y otras razones, algunas de ellas, ciertamente caprichosas, interesa extrapolar los resultados de las últimas elecciones catalanas el yermo político en que España se ha convertido. Al menos desde un punto de vista puramente político, yermo, erial, o asepsia absoluta de ideas, de audacia y de arrojo y valentía política.

Parece que interesa, y mucho, defenestrar al actual inquilino de La Moncloa. Las luces de alarma llevan encendidas desde diciembre de 2015, pese a que se ha tratado de mitigar por todos los medios y nombrar ciertos rostros que rejuvenezcan un partido, y sobre todo, una cúpula tan inerme como inmovilista. El nerviosismo cunde, y lo hace por que no se conecta. La realidad camina por viales bien diferentes a los que las cúpulas tratan de embridar. La pérdida de millones de votos y un tercio de diputados fue un susto que a punto estuvo, si no es por la arrogancia (menos mal) de Podemos, de dar al traste con el gobierno de Rajoy y de paso, con la continuidad de éste. El azar jugó a su favor en marzo de 2016 cuando Iglesias jugó un de sus peores partidas de póquer, y en junio retomó algo el vuelo, amén de la presión de los viejos socialistas (habría que definir lo de viejos y lo de socialistas) a un Pedro Sánchez que empezaba a ser destronado y traicionado. Rajoy consiguió formar gobierno, hace poco retenerlo por un año más con el pacto del PNV y ese sarcástico "el cálculo del cupo se hace igual que hace treinta y nueve años", ahí queda eso. Es decir, estilo rajoynistico puro y duro. Siempre el nacionalismo en busca de sus tajadas, prebendas y privilegios, siempre el mendicante estado central que una y otra vez inclina su rostro a cambio de unas monedas.

Pero hete aquí que, en un inmenso error, convocar tan precipitadamente elecciones tras la aplicación dulcificada del artículo 155 a fines de octubre pasado, las urnas le han arrojado un durísimo bofetón a los populares, relegándoles a la marginalidad política en Cataluña, y abriendo un largo paréntesis por mucho que se guarden las formas y se silencien los micrófonos en Génova. No hay nervios, hay lo siguiente, bien aderezado de incertidumbre, angustia y, sobre todo, de algo que saben que tiene que producirse, renovación y regeneración. Algo que no se ha hecho, aunque sí en muchas provincias y algunas regiones, amén de pequeñas ciudades donde los cuadros nuevos se dejan la piel para arrancar el sambenito cierto de la corrupción y el olor a naftalina.

Por ello a muchos interesa que el debate se centre ahora en si Mariano Rajoy debe o no seguir y sobre todo evitar que en las próximas generales vuelva a ser candidato. Algo que, aunque se empeñe el presidente, sería conducir al abismo al partido. Y esto lo saben todos, propios y extraños. Otra cuestión es la palabra y la dimensión sacrificio.

Muchos vuelven la mirada a un candidato que hasta ahora ha ganado con tres absolutas sus arenas electorales. Unos y otros prefieren callar. Pero no taponar la herida acabará haciendo la hemorragia más grande. Sobre todo cuando toca compartir el poder. Porque Ciudadanos no ha venido solo para quedarse, también para intentar el asalto a Moncloa. Y en Génova hace falta algo más de humildad, moviento de poltronas y naftalina y mucha generosidad de muchos que deben dar un paso al lado.

Reaccionará y cómo lo hará el partido popular es la nueva partitura que en 2018 escribirán. Por lo pronto ya sacan, tras tantos errores en Cataluña y una pésima campaña y no peor gestión de todo lo ocurrido, los colmillos frente a Ciudadanos que está dispuesta a comerse el terreno baldío que lenta pero inexorablemente puede y va a ir dejando el partido popular si no cambio de rumbo, estrategia, discurso e imagen. Sí, de imagen. Sí, de nuevos rostros. Sí, de un nuevo candidato. Ya no es el interés personal y particular de un candidato y un partido, es el interés general de un país acrisolado de múltiples problemas y donde la inacción es un debe demasiado doloroso. Los cuchillos se lanzan ahora a Arrimadas y a Rivera que vienen con hambre atrasada como la vieja canción de Aute, pero vienen para quedarse, para dar un golpe en esa mesa enrevesada donde el inmovilismo, el quietismo y el tacticismo tanto daño acaban haciendo a España. Algunos empiezan a no entender por donde avanza la nueva política pero sobre todo, las nuevas, más vacías y modernas sociedades donde los clichés izquierda derecha o conservadurismo progresismo se han volatilizado en mil pedazos. Todo va a cambiar. Aunque ya está cambiando.

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