Tribuna

alfonso lazo

Historiador

Veinte años prorrogables

Veinte años prorrogables Veinte años prorrogables

Veinte años prorrogables

Los meses transcurridos del Ejecutivo ponen ya de manifiesto que los próximos 20 años serán de gobernanza de Pedro Sánchez -sea con tesis o sin tesis, con golpistas indultados o en la calle-, pues ni Podemos ni los separatistas lo dejarán caer nunca para que su lugar lo ocupe un Pablo Casado o un Albert Rivera.

El trabajo de cualquier político, cosa que siempre han sabido los estrategas del PSOE aunque no los del PP, se mantiene sobre dos niveles, de tal modo que si uno de ellos falla todo el edificio se viene abajo. Existe un nivel, llamémosle de superficie, que se corresponde con la sociedad del espectáculo propia del siglo XXI, y que no debe confundirse con la mera demagogia; hablo de la política de gestos que reclama la muchedumbre en el circo cuando pone y quita emperadores. Pedro conoce su oficio, y en tan sólo cuatro meses, a golpes de gesticulación, ha dado la vuelta a las encuestas; y en menos de un par de meses ha convertido la radio-televisión pública en un eficaz artefacto doctrinario y moralizante, dirigida por devotos catequistas laicos a su servicio.

Pero existe el otro nivel, éste profundo: las ideas, o la falta de ideas, que hacen, o no hacen, al hombre de Estado; y ha sido paradójicamente la falta de ideas lo que ha llevado a Sánchez a la Moncloa. Carente de una visión del mundo, de una imagen de España, desconocedor de la historia de su país y de la del propio PSOE, mediocre orador sin contenido alguno porque nada tiene que decir, Pedro Sánchez se ha convertido en el mirlo blanco del separatismo que no lo dejara escapar. Durará. Dentro de una jaula, pero durará.

El 21 de agosto por la mañana, Radio Nacional anunciaba, con el tono de los tiempos de Franco, que el desahucio del dictador sería "la medida estrella del Gobierno del PSOE". Si eso es una medida estrella, ¿cuáles serán las medidas no estrellas de los próximos 20 años? Mas seamos justos al analizar la coyuntura: caso de que Sánchez se mantenga 20 años más, la responsabilidad primera habrá de buscarse en una oposición incapaz de cosechar los votos que superen a los de Podemos y los separatistas juntos. Si el Partido Popular quiere volver algún día al Gobierno de la nación deberá inventar gestos nuevos y sorprendentes cargados de ideas, frente al vacuo palabreo del PSOE sanchista.

Ciudadanos tiene de antiguo sus gestos y sus ideas fuertes respecto a España, la Constitución y el Estado de las autonomías. Ahora, el nuevo PP sin Rajoy también parece moverse. De momento, ha perdido el miedo a la confrontación que lo paralizaba; el miedo a ser tildado de extrema derecha por una supuesta izquierda convencida de su superioridad moral. En el congreso de julio, Pablo Casado puso el acento sobre la defensa de las libertades individuales; no de una libertad abstracta, escrita siempre con mayúsculas (la Libertad conduciendo al pueblo en el cuadro de Delacroix) que puede aplastar las libertades de la persona concreta. Novedoso. Igual que la idea expresada ante las murallas de Ávila el pasado 2 de septiembre (gesto y contenido) anunciando la presentación en las Cortes de una propuesta de Ley de Concordia que recupere los ideales de la Transición, ignorados por Zapatero y Sánchez con sus gesticulaciones guerracivilistas.

No es todo. El debate político requiere, asimismo, la astucia de la serpiente sin la candidez de la paloma. Le sobra al PSOE y le falta por completo al Partido Popular; lo hemos visto caer no hace mucho en la trampa para elefantes que le habían tendido los socialistas. Porque la votación de un decreto para desenterrar a Franco no respondía sólo al sectarismo ideológico y a un gesto estrella, sino a la pretensión de poner de manifiesto el franquismo del PP: la extrema derecha al descubierto, tanto si votaba no como si se abstenía. Un niño habría descubierto al instante la salida: no votar ni abstenerse: desentenderse. Abandonar el hemiciclo sin debatir ni votar. Pero el PP picó.

Los futuros 20 años del gobierno de Sánchez no son una fatalidad. El destino no existe. La Historia no está escrita de antemano, y bastarían unas elecciones donde el conjunto Sánchez-Podemos-separatista perdiese la mayoría para terminar con un Gobierno enclenque, cobarde, desnortado y presto a cualquier cesión. Mas eso requiere un primer paso ineludible: que PP y Ciudadanos dejen de considerarse enemigos y comprendan que sólo nuevas y provocadoras ideas recuperarán el prestigio que la democracia española viene perdiendo a chorros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios