Tribuna

Javier gonzález-Cotta

Escritor y editor de la revista Mercurio

¡Viva el fútbol (mudo)!

La 'nueva normalidad' no es más que asumir que la anormalidad es también un animal de compañía. El nuevo fútbol lo será hasta que el jugador número 12 vuelva a ser el hombre masa

¡Viva el fútbol (mudo)! ¡Viva el fútbol (mudo)!

¡Viva el fútbol (mudo)! / rosell

El fútbol no es como fue sino como uno lo recuerda. Lo mismo decía García Márquez acerca de la propia vida mientras recorría el trópico de sus memorias. El fútbol es otra destilación de la infancia. Y así, con el paso de los años, recordamos nuestra iniciación en el rito redondo que tenía lugar los domingos a media tarde. Nuestro colega Eduardo Jordá dice que la memoria es una oficina de objetos perdidos. Entre estos objetos perdidos siempre habrá un balón de fútbol, un balón de reglamento, como se decía antes cuando éramos niños y fardábamos de nuestro tesoro. Pero dicho esto, por mucho que ahora uno escarbe en el balompédico pasado, no hallará recuerdo alguno que le haga evocar algo parecido a lo que ha ocurrido esta temporada.

La Liga de fútbol se reanuda hoy tras un insólito paréntesis obligado por la pandemia. Podemos comparar su rastro mortuorio con la cantidad de ataúdes que podrían caber en varios terrenos de juego. Dolor aparte, el caso es que el fútbol vuelve como lo que siempre ha sido: recuerdo, negocio y pasión. Pero si ha vuelto como recuerdo y sobre todo como negocio (el famoso 1,4 del PIB), lo que nos descoloca un tanto es la pasión que ahora trae consigo el retorno de nuestro elixir favorito. Igual que nos dicen que nos debemos acostumbrar a la nueva normalidad, en el fútbol los forofos tendremos que experimentar la nueva pasión.

Incluso hasta los profanos saben que en los estadios no habrá público. Y es esta extrañeza la que nos sigue descolocando a los que profesamos el culto al dios redondo. Máxime cuando lo que hoy se vive como reinicio de la Liga es un derbi, el duelo a navaja (alegórica y no tan alegórica) entre el Sevilla y el Betis. En todo el mundo la ciencia estudia ahora con angustiosa impaciencia la mutación del coronavirus. Pero podría tomarse un descanso y analizar en un Sevilla-Betis cómo la sangre del ser humano muta del rojo al verde y viceversa. Nosotros preferimos por supuesto el rojo natural bajo la blanca piel, pero hemos de entender el teñido que recorre el interior de muchos de nuestros semejantes.

En la Bundesliga hemos visto y oído cómo se dirimen los partidos sin público en las gradas. Por la tele el sonido ambiente reproduce la pureza de cada envite. Hay como una belleza amateur en estos partidos donde sólo se escuchan las voces de los jugadores, el agudo silbato del árbitro, la protesta algo gregaria de los banquillos. Han bastado unos pocos partidos para que nos hayamos acostumbrado al efecto sonoro de la auténtica realidad.

Nos encanta el silencio en cualquiera de sus fluidos. Y ahora hemos incluido esta forma de silencio misterioso en los partidos de alta competición. Pero hay que reconocer, como forofos, que sí que nos falta el punto de cocción, el rugido de los coliseos y, en suma, el fondo de pantalla del público que atiende a eso que se conoce como el anonimato de la masa. Incluso lo echamos de menos, aunque no queramos reconocerlo y caigamos en el postureo alabando la otra cara amable de la frialdad en los partidos sin público.

Vamos a echar de menos hasta el añorado tonto del córner. Creo recordar que Manuel Vicent dedicó un relato inspirado en la vida ficticia de uno de estos tontos del córner de antaño. Eran aquéllos a los que la cámara solía captar de fondo, junto a la valla esquinera de los estadios, mientras el jugador de turno colocaba el balón para botar un saque de esquina. El tonto del córner sacaba la mano por entre las rejas y siempre saludaba a la cámara porque se sabía enfocado. Ahora, en todo estadio moderno que se precie, la gente sabe que puede aparecer en las sofisticadas pantallas de los estadios y espera el momento de gloria para abrazarse a la pareja o al hijo, saludándose, besándose o bailando. Nosotros preferimos desde luego al tonto del córner tras la reja, pues era una estampa clásica que se ha perdido irremediablemente.

Parece ser que la Liga de Javier Tebas y Mediapro de Jaume Roures han diseñado un dispositivo de efectos sonoros que, al modo de la Playstation, acompañará los lances del juego con curvilíneos énfasis en la narración de los partidos. El espectador desde casa podrá elegir entre la voz del comentarista con el sonido real del estadio, o bien la narración aliñada con efectos sonoros pasados por el microondas. Que cada cual escoja su fondo acústico, incluido el de nuestra más fiel amante: la radio.

La nueva normalidad no es más que asumir que la anormalidad es también un animal de compañía. El nuevo fútbol lo será hasta que el jugador número doce vuelva a ser el hombre masa.

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