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Después de un mes desparecida, sin escribir mi artículo, hoy recupero mí ya larga costumbre y, como dijo en la tele hace muchos años Paco Umbral, voy a hablar de mi libro, de reciente publicación, Al amparo del feminismo (Editorial Renacimiento), salido de imprenta el 8 de marzo del 2020, fecha simbólica, y que no es solo mío, sino también del catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba, gran amigo, Octavio Salazar; en realidad, es más suyo que mío, aunque yo sea el pretexto que nos llevó a escribirlo. Se trata de una conversación entre ambos, sobre igualdad, sobre feminismo. Mi amiga, mejor periodista y escritora, Mercedes de Pablos, dijo en la presentación en Sevilla que habíamos "inventado un nuevo género literario", porque es cierto que libros conjuntos, de dos o más autores, hay muchos, pero una conversación como esta, entre un hombre y una mujer, de generaciones diferentes, de vidas distintas y de géneros también (¿o es más correcto decir sexo?), son poco frecuentes, pero lo hemos hecho y nos ha quedado, disculpen la inmodestia, muy agradable. Gustará más o menos, lógico, pero el resultado está muy bien, o así lo pienso, aunque, evidentemente, no es a mí a quien corresponde decirlo. Los lectores tienen la última y definitiva palabra.
Escribo sobre él no como una forma de animar a la gente a que se adentre en su lectura, sino para hacer un especie de crónica sobre un libro que versa, en exclusiva, sobre un tema que no es muy usual, aunque, en los últimos años, los libros y artículos sobre igualdad y contra el patriarcado, han ido creciendo de forma exponencial, y en el libro quedan recogidos también más de cien títulos "para seguir conversando" sobre feminismo y sus derivados.
Es un libro en el que Octavio Salazar escribe siempre el primero de los asuntos sobre los que conversamos. Desde el primero, La alegría de conversar, al último, Ser una joven mayor, pasando por Una habitación propia compartida, El género del derecho (los dos somos doctores en Derecho), El silencio de las mujeres,La esclava del señor, El machismo reinventado, Los ocultos senderos y algunos más, precedidos de dos cartas introductorias, que cerramos con otras dos, escritas después de la pandemia, porque el libro lo entregamos a la editorial en enero de 2020, dos meses antes del confinamiento, y lo escribimos en un tiempo en el que nunca imaginamos que íbamos a vivir todo lo que después pasó; un año después, cuando, al fin se publicó, no sabíamos si iba a ser ya un libro de otra época que no serviría para nada, pero no ha resultado afortunadamente así.
Los capítulos, lo he dicho, son de Octavio y yo contesto a lo que me plantea, con ese "ruido de la memoria" que conservo, y que de manera tan maravillosa describe Luis Landero en El huerto de Emerson: "Lo que miro, lo que me cuentan, lo que siento, lo que leo y lo que escucho, todo eso y más va a parar a las alforjas sin fondo de la memoria, que todo lo guarda y todo le conviene, y donde el olvido va luego seleccionando, depurando, quitando y poniendo, cocinándolo a su gusto según una alquimia que solo ellos, el olvido y la memoria, conocen, y que nadie ha conseguido descubrir aún".
Al amparo del feminismo lo presentamos en sociedad antes de Semana Santa, el 18 de marzo en Madrid, y el 20 en Sevilla, con dos presentadoras de lujo, dos mujeres andaluzas: la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, en Madrid, en el Instituto Cervantes, con su director, también andaluz, Luis García Montero, haciendo de ilustre introductor, y María Jesús Montero, ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, en la Fundación Cajasol en Sevilla, con su presidente Antonio Pulido de introductor y Mercedes de Pablos de conductora del acto, que supo hacerlo ameno y agradable; en los dos nos acompañó, Cristina Linares, que ha sabido heredar el amor por los libros de su padre, Abelardo Linares, y de su madre, la otra Christine, pero que le está dando a la Editorial Renacimiento el empuje de su juventud y entusiasmo. Dos día antes de Semana Santa en los que nos olvidamos de la tragedia de la pandemia, pese a las rigurosas medidas que tuvimos que adoptar por la misma, pero que nos parecieron un sueño, a mí sobre todo; no se suelen publicar libros a mis años, a no ser que seas Premio Nobel, algo que es evidente que no soy. Soy una "joven mayor" con mucha suerte, porque he logrado, a los largo de mi vida, el cariño y la amistad de muchas personas, como Octavio Salazar, al que siempre agradeceré que el día que le propuse que si quería iniciar esta aventura conmigo me dijo que sin dudarlo. La idea fue una sugerencia larga y continuada de dos periodistas: Lourdes Lucio e Isabel Morillo, que durante muchas sobremesas me lo sugirieron.
He querido escribir este artículo, a modo de crónica, para compartir mi alegría con las personas que me llevan leyendo en este diario desde hace ya muchos años. Solo puedo añadir: gracias.
PD: Los derechos de autoría irán a favor de la plataforma cordobesa contra la violencia a las mujeres.
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