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Tribuna

Fernando Arcas Cubero

Profesor titular de Historia Contemporánea de la UMA

El estado del andalucismo

Está por ver qué curso seguirá la realidad andaluza después de este proceso de adaptación de la derecha a la Andalucía autónoma y al andalucismo

El estado del andalucismo El estado del andalucismo

El estado del andalucismo / rosell

Cuarenta años después del primer Estatuto andaluz, y casi cuarenta y cinco de las manifestaciones del cuatro de diciembre, ¿cuál es el estado del andalucismo? Una pregunta necesaria, porque acabamos de asistir al principal cambio desde entonces: la asunción por el centro y la derecha, con el apoyo imprescindible de la ultraderecha, del gobierno de la autonomía. Trascendental porque en el tránsito a la democracia, el centro político -la UCD- trató de limitar el techo de autogobierno, negociando después -todo hay que decirlo- la autonomía plena y rompiéndose internamente, mientras que la derecha se oponía al proceso. El coste fueron cuarenta años de ostracismo político autonómico.

Es el presente el que marca el curso de la política, aunque sea un largo pasado el que lo configure. Un tiempo que ha hecho cambiar a la derecha de Andalucía, hasta asumir no sólo sus logros históricos recientes -obra del socialismo y de sus coaliciones-, sino sus símbolos y su historia. ¿Una derecha por fin andalucista? Tras años de oposición y ahora como gestora política y de los rituales de la autonomía -sus fundadores, sus fechas históricas y conmemoraciones, sus centros de investigación y de memoria, etc-, parece que finalmente sí. Para ello han tenido que darse dos factores: el procesamiento y condena de dos ex presidentes de la Junta de Andalucía, aún en proceso de recurso, y la ruptura y división del campo político. En la derecha, con la aparición de una fuerza de centro y otra de extrema derecha, la primera de las cuales no tenía rémoras en su pasado autonómico, y la segunda, que garantiza la estabilidad del Gobierno andaluz actual, pero recuerda aquella derecha de la primera autonomía y contraria a ella. Y en la izquierda, con la versión andaluza de Podemos.

Desde la historia, se ha roto uno de los pilares del pensamiento andalucista, formulado en la Transición por el psiquiatra cordobés José Aumente, o el constitucionalista malagueño José Acosta: que nuestra derecha era centralista, y en el pasado sólo había pensado en Madrid, porque Andalucía social y políticamente era de izquierdas. Y que, por tanto, el autonomismo andaluz sólo podría ser de izquierdas, como la historia reciente se encargaba de corroborar.

La paradoja es que tanto por sus aciertos en la construcción de una Andalucía moderna como por sus propios errores hayan sido los socialistas quienes han creado esta otra Andalucía en la que ahora vivimos. El aumento de la cohesión social, de las clases medias andaluzas, la aparición de un amplio sector a su izquierda tras la crisis de 2008, muy antisocialista hasta ahora, la pérdida de apoyos tras los casos de corrupción, han sido el caldo de cultivo para que unos liderazgos aparentemente débiles aunque políticamente hábiles, hayan alcanzado el poder andaluz para el centro, la derecha y la ultraderecha.

Porque este nuevo poder andaluz se ha acomodado a las estructuras creadas por los socialistas, cuidando de no hacer sangre, y manteniendo como continuidad natural, la herencia de su gestión. "Nosotros no somos lo que los socialistas han dicho que éramos durante cuarenta años", así podría resumirse la operación política que están llevando a cabo en Andalucía.

Está por ver qué curso seguirá la realidad andaluza después de este proceso de adaptación de la derecha, el centro y, a regañadientes, la ultraderecha a la Andalucía autónoma y al andalucismo. Y el resultado del camino del desierto del socialismo andaluz, liberándose de su pasado judicial reciente, de sus crisis internas de liderazgo, y tratando de realizar la renovación del mismo. Y si la tesis de Aumente y de Acosta, por tanto, resiste todavía.

Si la derecha andaluza lo tuviera claro y el panorama lo estuviese, es probable que la convocatoria de elecciones anticipadas ya se habría producido. Quizá se deba a que el electorado andaluz no se ha movido mucho, y especialmente el de izquierdas, y a que dentro de la coalición gobernante se prefiera seguir en este discurso de continuidad, con algunos gestos diferenciales con el pasado, para ganar la confianza de los andaluces. Quizá todo se resuelva finalmente con la política: quién vaya a hacer triunfar su discurso entre la ciudadanía. Si un PP embarcado en convencer de que ya ha hecho su travesía hacia el andalucismo -habiendo adquirido sus líderes la legitimidad perdida en 1980, y no teniendo lastres aquí con la corrupción institucional-, o el socialismo renovado en sus liderazgos y con el peso de la valiosa memoria histórica de haber modernizado y cohesionado socialmente Andalucía. Creo que es ahí donde se encuentra la próxima encrucijada histórica y política de nuestra comunidad, el estado real del andalucismo.

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