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El certificado del doctor Pujol

En este capítulo, que puede ser el definitivo, el ex agente secreto ruso Putin redacta un testamento que beneficia a diferentes personajes de la política española

El certificado del doctor Pujol El certificado del doctor Pujol

El certificado del doctor Pujol / rOSELL

Mi amigo Antoni Putin, ex agente secreto ruso, lleva varios meses en paradero desconocido: se marchó de su domicilio en Madrid sin decirle nada a su protectora y casera, Remedios de los Dolores Magín (en adelante, Reme), gerente de La Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia del País a Largo Plazo, en realidad, la pitonisa de Pedro Sánchez. Antoni, poco antes de su fuga, me llamó para confesarme que Reme le había presagiado un grave atentado, y que, por tanto, iba a esconderse en un lugar seguro. Putin, orgulloso de sus grandes investigaciones profesionales, se sentía vigilado por el Mossad, por la CIA, y hasta por los servicios secretos portugueses.

También me expuso que sería rico en poco tiempo. Al parecer, su difunto tío abuelo político, Mijaíl Kaláshnikov (inventor del famoso rifle), le legó muchas acciones tanto de la empresa familiar que fabrica el arma como de la farmacéutica Pfizer: el pariente invirtió en salud gran parte de las ganancias procedentes del mortífero fusil. Antoni ha encargado a un bufete de Andorra, el mismo que asesora a la familia Pujol, que le arregle esta difícil testamentaría, que cobrará en un recóndito paraíso fiscal. Y se despidió advirtiéndome de que me llegaría una carta con las instrucciones para prepararle un nuevo testamento. Hay que recordar que es hijo único, solterón, sin descendientes, ni ascendientes, ni sobrinos, y que se siente español por los cuatro costados. La misiva rezaba así:

"Querido Pablo:

Redacta mi última voluntad a partir de estas notas. En todo caso, serás mi albacea contador partidor.

Lego los derechos de contenido digital más importantes, que ahora concretaré, a nuestra amiga Reme. A tal efecto, te ordeno que, como albacea, te dirijas a los prestadores de servicios de la sociedad de la información, y se eliminen de internet mi huella digital y mi intimidad pretérita salvo los siguientes trascendentales informes que debes rescatar de la nube, y entregárselos a Reme:

-La receta de las tiernas magdalenas de Manuela Carmena.

-Las interesantes conversaciones (en catalán, por supuesto) entre los políticos presos, Turull y Rull, en la cárcel de Lledoners.

-La apasionada correspondencia del noviazgo entre el exobispo de Solsona, el independentista Novell, y su erótica y satánica pareja.

-Y la talla de sujetador de Anna Ruiz, la esposa del ministro Alberto Garzón. Esta señora ha revelado en las redes sociales que siempre ha odiado sus propias tetas; le parecen "enormes", y que está "hasta sus (mismas) tetas de los poetas de bragueta y revolcón". Es más bien prosaica.

Respetando este legado, y por el bien de España, quiero instituir herederos por terceras e iguales partes a los siguientes señores:

1) Al doctor Simón, con la condición de que se haga doctor de verdad. Y la tesis doctoral ha de versar sobre el coronavirus y, de camino, alabar las bondades de la vacuna Pfizer, que es la fuente principal de mi futura fortuna. Esta institución de heredero conlleva una estancia vitalicia en Wuhan, China.

2) Al excomisario Villarejo, con la condición de que queme todas sus cintas y demás documentos secretos. El expolicia fue mi maestro en España, lo visité con frecuencia en la cárcel de Estremera, y me consta que puede hacer mucho daño a toda la sociedad española. Lo ideal sería que en un solemne acto de Estado, Zp y Villarejo (ya sin gorra), prendieran fuego a todo este maldito material.

3) Al exjuez Baltasar Garzón, con la condición de que siga como abogado, y deje de discutir su vieja condena de inhabilitación. Porque si es por sus relevantes amistades y los raros comités internacionales que tiene trajinados, lo mismo termina otra vez de magistrado, y llega a presidente del Tribunal Supremo.

Si la legataria y los nombrados herederos premueren o éstos no cumplen las condiciones establecidas anteriormente, pon como heredero al Estado Español.

Por último, te ruego que mis exequias en Madrid sean discretas, pero después deseo ser enterrado con honores en San Petersburgo, en el panteón de mis antepasados los Romanov, donde ya reposa mamá. Creo que, en la actualidad, soy el número 117 en la línea de sucesión al trono de Rusia.

Un abrazo".

Ayer, Reme, llorosa, me informó de que la policía portuguesa le acababa de comunicar que Antoni había muerto atropellado por un patinete en Braga. Su cuerpo ha desaparecido del depósito de cadáveres, pero consta su certificado de defunción expedido por el doctor Pujol, honorable médico forense de origen catalán. Putin ya no podrá firmar su extravagante última voluntad.

Descansa en paz, querido amigo.

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