Javier García Oliva

El despertar del Parlamento británico

La tribuna

El 'Brexit' ha producido un desgarro social, con ciudadanos frustrados ante una salida tibia de la Unión, y otros consternados ante la pérdida de su identidad europea

02 de abril 2019 - 01:41

La saga Brexit ha tenido más cambios abruptos en su guión que Juego de Tronos y su final no aparece con claridad en el horizonte. El 29 de marzo se confirmó por tercera vez el fracaso del acuerdo de Theresa May con la Unión Europea, si bien en esta ocasión los Comunes lo rechazaron sólo por 58 votos, en lugar de las estrepitosas derrotas anteriores. En estas circunstancias, la tradicional imagen británica de sosiego ha quedado en entredicho y ha mostrado la profunda transformación de sus pilares constitucionales.

El sistema de checks and balances, modalidad británica del principio de separación de poderes, ha experimentado cambios impredecibles hace unos años. El 18 de marzo, el speaker de la Cámara de los Comunes, John Bercow, rechazó que el Gobierno sometiese por tercera vez a votación el acuerdo de May con la Unión Europea. Bercow aseguró que el Manual de Práctica Parlamentaria Erskine May impedía requerir a la Cámara Baja que considerase una pregunta que ya había sido formulada en la misma sesión. La respuesta de la primera ministra fue acusar a los miembros del Parlamento de entretenerse en aspectos procedimentales, en un discurso solemnemente pronunciado desde su residencia oficial. Dicha declaración no sólo fue contraproducente, ya que subestimó que necesitaba el apoyo del Parlamento para la aprobación del acuerdo, sino que representó una vulneración del modelo británico basado en el respeto entre ejecutivo y legislativo. Un discurso incendiario en el que se presentaba a los parlamentarios como los enemigos del pueblo ya puede catalogarse como un momento desafortunado en la historia constitucional de este país. Prueba de ello son las amenazas de muerte recibidas por miembros del legislativo, que nos deberían alertar frente a este tipo de alegatos.

Para quienes impartimos Derecho Constitucional en las universidades británicas, los últimos meses han mostrado que una de las bases más sólidas de este ordenamiento, el principio de Supremacía Parlamentaria, reconocido durante la Revolución Gloriosa en 1688-89, tiene finalmente una aplicación práctica. A lo largo de estos años como docente en el Reino Unido, muchos de mis alumnos me han planteado si en realidad dicha primacía correspondía al Gobierno, puesto que el sistema electoral de los Comunes, the first past the post, propicia mayorías abrumadoras del ejecutivo. Esta apreciación ha sido incuestionable hasta el comienzo del Brexit, pero lo presenciado desde entonces ha sido un fortalecimiento del poder legislativo frente al Gobierno. Al igual que el Rey Arturo, el Parlamento, guardián durmiente, siempre podía despertar, y ello ha resultado evidente estos meses. Opciones alternativas al plan de May fueron debatidas, y quedó constancia de que se está forjando una colaboración entre diputados de diferentes fuerzas políticas.

Naturalmente, las diferencias entre el partido conservador y el partido laborista continúan, pero la política británica nunca más podrá entenderse exclusivamente en estas claves. De hecho, la división entre remainers y leavers cobra en la actualidad igual importancia, y tendrá impacto en futuras elecciones. La creación de un grupo independiente, incluyendo a los laboristas Chuka Umumna y Chris Leslie, además de las conservadoras Anna Soubry y Sarah Wollaston, es una prueba de este cambio sustancial.

Además de las trascendentales transformaciones legales y políticas, el Brexit ha producido un desgarro social, con muchos ciudadanos frustrados ante una salida tibia de la Unión, y muchos otros consternados ante la pérdida de su identidad europea, lo cual explica que millones de británicos hayan suscrito la petición para anular la salida del Reino Unido de este organismo supranacional.

Aun cuando la derrota del viernes ha sido menos abultada que las anteriores, la autoridad de la primera ministra ha quedado dañada irreversiblemente. Esta percepción de interinidad de la cabeza del ejecutivo complica más el proceso. La inestabilidad persiste, puesto que resultará muy complicado conseguir consenso parlamentario antes del 12 de abril, fecha propuesta por los socios europeos para que el Reino Unido plantee una alternativa viable, o por el contrario, salga sin acuerdo. El principio de supremacía parlamentaria es el corazón de la Constitución británica, pero si el poder legislativo no ofrece respuesta, cada vez cobra más fuerza la posibilidad de que sean los ciudadanos quienes indiquen cómo salir de este laberinto.

stats