Tribuna

isidoro moreno

Catedrático emérito de Antropología

Que el Estado nos devuelva los 'murillos'

El mismo robo de los 'murillos' que perpetraron los invasores franceses fue continuado por los responsables del Estado español reteniendo en Madrid obras que fueron devueltas

Que el Estado nos devuelva los 'murillos' Que el Estado nos devuelva los 'murillos'

Que el Estado nos devuelva los 'murillos'

Hace unos días se anunció, por fin, que habrá una serie de actividades para conmemorar en Sevilla el cuarto centenario del nacimiento de Murillo. Con el genial pintor ha sucedido como con tantos otros sevillanos ilustres, de nacimiento o adopción, sean de las artes, el pensamiento o la política (con la excepción, quizá, de Martínez Montañés): que su valoración ha tenido que venirnos desde fuera. Mediocridades, sin embargo, en todos los ámbitos, sí han tenido, y suelen tener, un crédito local muy por encima de su dimensión verdadera.

Parece que habrá algunas exposiciones, para las que nos prestarán de diversos lugares algunos cuadros, y se organizarán jornadas y congresos. La presencia en ellos de expertos como Enrique Valdivieso me parece un buen signo. Pero todo lo que se ha anunciado me parece muy poco ambicioso. Voy a atreverme a proponer lo que desearía fuera un sueño -algunos dirán, en sentido negativo, una utopía- que debería convertirse en exigencia ciudadana: que el cuarto centenario de Murillo sea la ocasión para que se devuelva a Sevilla al menos una parte de los cuadros de este que nos fueron robados cuando la ocupación de la ciudad por el Ejército francés, en 1810-12. El mariscal Soult no actuó de forma muy diferente a los jefes militares que en todo tiempo han ocupado un país que no es el suyo: los grandes museos del mundo son, en la mayor parte de su contenido, botín de guerra. El Museo Británico, el Louvre, los museos de Berlín, la mayoría de los museos etnográficos… son como santuarios del poder colonial, eso sí, bajo el relato de la defensa y conservación de monumentos y obras de arte que parecería que sus autores estaban incapacitados de mantener, cuando muchas veces los habían preservado durante siglos o incluso milenios. Al igual que se expolian los recursos naturales, son expoliados los tesoros patrimoniales que son referentes de identidad de los pueblos dominados.

En el inventario, recordado en la prensa recientemente, de cuánto se llevó al Alcázar para ser enviado a Francia, consta que fueron requisadas 43 pinturas de Murillo, junto a 82 zurbaranes, 74 de Valdés Leal, 21 Pachecos… y hasta un total de 999 obras de afamados autores. Del Hospital de la Caridad salieron ocho de sus once murillos; del convento de San Francisco, diez; varios de Santa María la Blanca, la gran Inmaculada del hospital de los Venerables, y varios más de diversas iglesias y conventos sevillanos. ¿Qué pasó con ellos? Pues que muchos fueron privatizados por significativas familias de próceres napoleónicos y más tarde vendidos a particulares o museos. Otras pinturas, en cambio, sí llegaron a formar parte de las colecciones de las pinacotecas nacionales franceses, siendo algunas de ellas devueltas por el Estado francés al Estado español cuando se normalizaron las relaciones. Pero aquí está el quid de la cuestión: el estado español se quedó con ellas, para sus propios museos y colecciones "nacionales", evidentemente en Madrid, en lugar de devolverlas a Sevilla, a sus lugares de procedencia, entregándolas a sus verdaderos dueños o a las instituciones que continuaron a las que habían desaparecido, para que pudieran contemplarse en los retablos o lugares para los que fueron realizados… y pagados.

Dicho con otras palabras: el mismo robo de los murillos que perpetraron los invasores franceses fue continuado por los responsables del Estado español reteniendo en Madrid, en el Museo del Prado o la Real Academia de San Fernando, lo que debería estar en La Caridad, los Venerables, Santa María la Blanca o el propio Museo de Bellas Artes sevillano. Pedir la devolución de los murillos que están en el Louvre, o en San Petersburgo, o en otros países, sí sería, al menos hoy por hoy, una quimera (aunque fuera un objetivo tan justo como que el British devolviera a Grecia las esculturas del Partenón, como reclamara hace años Melina Mercuri cuando fue ministra). Pero exigir al Estado español (al Ministerio de Cultura y otros organismos) que devuelva a Sevilla los murillos que son de Sevilla, ni es una quimera ni siquiera una utopía (y utopía es lo posible que hasta ahora no lo ha sido, pero que sí puede serlo). Es una exigencia de justicia, sería una prueba de que no continúan tratándonos como una colonia y respondería a las actuales ideas sobre el Patrimonio: que los bienes culturales, de cualquier clase, son inseparables de los lugares en los que tuvieron y pueden volver a tener sentido. Las asociaciones de defensa del patrimonio, las universidades, las academias andaluzas, los intelectuales no adscritos al pesebre de papá Estado y el conjunto de la ciudadanía deberíamos exigir la devolución de lo nuestro. Pienso que, ahora, es el momento.

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