Tribuna

Tomás García Rodríguez

Doctor en Biología

La educación distante

Vamos a desterrar poco a poco de nuestras relaciones los valores universales de afectividad, apoyo mutuo, solidaridad y altruismo, y esto es triste y preocupante

La educación distante La educación distante

La educación distante

Nuestros escolares están recibiendo, desde hace años, un tipo de educación incompleta y carente de una mínima formación integral en contenidos y valores que les permita acceder a la enseñanza superior y a un mercado laboral competitivo como personas instruidas, formadas en distintos campos del conocimiento, preocupadas por el devenir del mundo actual e involucradas en un proceso digno de llamarse verdadero progreso. Desde edades muy tempranas, el estudiante recibe en diversos ámbitos educativos una gran cantidad de información, muy superior a la que tenían antaño sus progenitores y poseyendo, en la mayoría de los casos, una habitación propia en sus hogares que les permite aislarse en el estudio, el juego y otros quehaceres diarios. ¿Qué adolescente no tiene acceso fácilmente a internet y a todo un abanico de mensajes lúdicos y de otra índole que ofrecen estos nuevos sistemas globales de comunicación? ¿Qué escolar en edades tempranas no puede manejar a discreción, con limitaciones y vigilancias muy relativas, estas máquinas electrónicas que pueden ser de ayuda estimable para sus estudios, pero también de obstáculo para su desarrollo si no son utilizadas con rigor y bajo una supervisión correcta en todos los sentidos?

En muchos centros de enseñanza secundaria de distintas comunidades del país existen y pueden utilizarse asiduamente en bibliotecas, salas de estudio o aulas de informática distintos utensilios tales como ordenadores portátiles, tabletas, proyectores digitales e incluso móviles. Llegando ya al extremo de este tipo de actuaciones, en un número creciente de IES los libros de texto ya no existen o están minusvalorados con respecto a estos materiales alternativos con intención docente. El profesor, en estos casos, se encuentra ubicado casi permanentemente en su mesa de clase, sin contacto físico frecuente con sus alumnos y llevando a cabo su labor a través de ordenadores y proyecciones en pantalla de los temas a tratar, estando la pizarra en un periodo de franca decadencia y desprestigio, siendo utilizada cada vez menos en las escuelas. Si un alumno realiza una pregunta en voz alta al profesor, éste puede resolver las dudas sin levantarse de su silla, accediendo al portátil que el estudiante tiene en su pupitre. La relación estrecha entre docente y pupilo, tanto física como emocional, cae en picado y todo se convierte en una tarea fría, distante, despersonalizada y falta de calor y contacto cercano. El trabajo en grupo, ameno y comprensivo, se torna más complicado y el joven se siente en muchas ocasiones perdido en una maraña de informaciones inconexas, sin subrayados, esquemas, resúmenes, llaves, corchetes y demás mecanismos que puedan orientar estas mentes aún maleables hacia un trabajo concienzudo, sintético y creativo. No es conveniente abandonar, según los expertos, la escritura a mano como aprendizaje y desarrollo lingüístico y es necesario potenciar el estudio de latín y griego en enseñanzas medias, recuperando también el valor formativo de la asignatura de Filosofía.

Todo lo expuesto repercute ineludiblemente en el comportamiento social de nuestros jóvenes y mayores, que dista mucho de lo deseable en cuanto a hábitos de comunicación interpersonal y en el establecimiento de vínculos abiertos entre individuos del mismo o distinto sexo en cualquier escenario. Todo es protocolario, falto del sello de unas conexiones sinceras, fluidas, con fines de superación y de conocimiento de las personas con las que establecemos contacto en nuestras ocupaciones laborales. Podemos poner como ejemplo esclarecedor lo acontecido a un eminente científico de origen español y nacionalidad estadounidense, el profesor F. J. Ayala, que desarrollaba su labor docente e investigadora en California, en la Universidad de Irvine. Este prestigioso biólogo, experto en Genética Evolutiva, fue acusado recientemente de excederse en el saludo, en su familiaridad con compañeras en su centro de trabajo. Todo se reducía, según numerosas fuentes, a una efusividad, a una caballerosidad "infrecuente y rara" del Dr. Ayala, con calidez en el trato. El cariño manifestado por este antiguo dominico fue interpretado por mentes puritanas, desconfiadas, frías y robotizadas como un abuso, que desembocó en el abandono de su centro universitario. Vamos a desterrar poco a poco de nuestras relaciones humanas los valores universales de afectividad, apoyo mutuo, solidaridad y altruismo, y esto no solo es triste sino preocupante para el porvenir de la Humanidad.

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