Tribuna

Manuel j. Lombardo

Crítico de cine y profesor de la Univesidad de Sevilla

Contra el espectador empoderado

Conviene reivindicar el 'spoiler' como gesto provocador en este tiempo de seriales de lujo, 'fandom' empoderado, narrativas transmedia y estudios universitarios interesados

Contra el espectador empoderado Contra el espectador empoderado

Contra el espectador empoderado / rosell

En una misma semana hemos leído en la prensa que se ha puesto en marcha una delirante recogida de firmas para pedir que HBO rehaga la última temporada de Juego de tronos, que miles de padres se plantean cambiarle el nombre a sus hijas por no sé qué traición argumental de un personaje de la serie, que Andalucía lidera el ranking de frikismo en España, que Tarantino ha pedido a la prensa en Cannes que no desvele giros argumentales de su última película o que los creadores de contenidos se debaten hoy entre seguir explorando sus habilidades creativas o plegarse a los dictados de los fans que consumen sus productos al compás que marca el algoritmo.

Informaciones, muchas de ellas avaladas por opiniones de expertos y profesores orgullosos de ser frikis, que dan a entender un creciente empoderamiento del espectador sobre sus títulos de referencia, una nueva y por lo visto maravillosa democratización interactiva de los flujos tradicionales de emisión-recepción de los productos culturales, especialmente de aquellos con destino al público juvenil y adolescente, que es el que manda al fin y al cabo.

Por suerte, algunas voces sensatas se alzan contra este imparable ascenso de la estupidez y la puerilidad empoderadas, culminación 3.0 de aquel (falso) lema del "cliente siempre tiene la razón", recuperando además al cine, al viejo y achacoso cine, como ámbito y experiencia donde aún es posible, a pesar de los esfuerzos de Netflix por aniquilarlo, una cierta resistencia a la monoforma (Watkins) y sus degradadas derivas representativas y espectatoriales.

Emilio Sbaraglia señalaba en las redes sociales que "liberarse de la anécdota comporta, para el espectador de hoy, estar a la altura de un cine que hace ya bastante tiempo soltó amarras del seguro puerto aristotélico y entregarse a la comunión forma-fondo ya libres. Enfrentarse al artefacto fílmico reposados y con lo anecdótico resuelto y en un saludable fuera de cuadro, nos permitirá al fin establecer diálogo con el magma vivo que es este cine posmoderno, tan hermético (a priori) como rico en matices y aristas que se pierden como lágrimas en la lluvia, ante ojos yermos: desdeñosos del spoiler, adoradores de la anécdota".

Conviene pues en este punto reivindicar el derecho al spoiler como gesto provocador y simbólico en este tiempo de seriales de lujo, fandom empoderado, narrativas transmedia y estudios universitarios que prolongan amistosa, perezosa o interesadamente las dinámicas del mercado, un derecho que conlleva una disidencia y una recuperación de las riendas de la experiencia individual lejos de la dictadura del giro, la sorpresa, el cliffhanger o la simple decepción (por supuesto indignada) que han hecho de esta pretendida y autoproclamada "nueva-edad-dorada-de-la-televisión" el paradigma para una paulatina infantilización del espectador y la proliferación de un aseado fast-food audiovisual construido y elaborado a imagen y semejanza de su mirada, sus expectativas y su (cada vez más limitada) comprensión lectora.

Destripemos por tanto lo que haya que destripar, salgamos fuera del tablero, ahuyentemos ese falso mito del espectador virginal y cándido al que hay que proteger en un tiempo de saturación de estímulos y escasa capacidad de atención, recuperemos la experiencia personal como gesto de segregación de las hordas del click, las estrellitas, los comentarios y el argumento, recuperemos el tiempo y los ojos para narrativas, formas, géneros y temas alternativos, reaprendamos también, porque todo forma parte de un mismo proceso, a desentrañar discursos que, como el viejo documental, igualmente multiplicado hoy gracias a las plataformas digitales, parecen trabajar insistentemente en una nueva dictadura de los (mismos) contenidos haciendo olvidar a sus espectadores, ávidos de nuevas aventuras, relatos y revelaciones que sustituyan rápidamente a los que acaban de consumir, que detrás de cada uno de ellos hay un lenguaje, unos códigos y una ideología que no son transparentes, inocentes ni mucho menos garantes de la verdad.

Entretener masivamente a una sociedad en modelos totalizadores, en la negación de sus procesos o en complicidad cautiva con la demanda, no digamos ya avalarlo desde las instituciones, los medios de comunicación o el sistema educativo, sólo servirá para generar creadores asustados y serviles y espectadores-consumidores destinados a perpetuar un ciclo de empobrecimiento cultural. Era el capitalismo, amigos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios