Tribuna

Alix Coicou

Médico psiquiatra

La lucha debe ser activa

Apelo a todos y a todas mis compatriotas a reflexionar sobre estas líneas y tratar de aportar lo mejor de ellos y de ellas para levantar Haití de sus escombros

La lucha debe ser activa La lucha debe ser activa

La lucha debe ser activa / rosell

Me niego a dejarme llevar por el pesimismo. Me niego a que la resignación se apodere de mí. Me niego a dimitir. Pese a las numerosas dificultades que aceleradamente se amontonan, reivindico la lucha, una lucha activa a fin de vencer los múltiples escollos que se irán presentando. No hablo de armas, hablo de la fuerza del espíritu, de la razón, de la voluntad y sobre todo de la convicción en las ideas en las que creo y que muchos compartimos. Pienso firmemente que mi país no puede seguir reculando, estoy persuadido de que hay remedios para los distintos males de los que adolece y este cometido depende de nosotros, de nuestros esfuerzos, de nuestra determinación. Dejémonos de cobardía, de discusiones estériles, de interminables habladurías y busquemos al unísono los medios para cambiar este anacronismo. Dejémonos de suspirar y de gimotear, ya que seguiremos alegrando al adversario si no cambiamos de estrategia; huyamos de todo fatalismo que nos conduce a la indolencia y al desánimo. De lo contrario, estamos contribuyendo a la perpetuación de lo irracional, de lo perjudicial, de lo abyecto y caminamos invariablemente hacia el fracaso. Seamos cautos, inteligentes y demos al enemigo su merecido. Estoy seguro de que podemos superar nuestras diferencias, derivadas en gran parte de infantiles deseos de protagonismo, de egocentrismo y de egoísmo, sentimientos innobles que nos impiden avanzar y dar a luz a nuevas formas de pensar, de exponer ideas, de elaborar proyectos y así, de tener visión de futuro.

Haití tiene un pasado glorioso y tenemos que recuperarlo con esfuerzo, valor, coraje, y continuar por esta senda. Nuestros ancestros pudieron liberarnos del yugo de la explotación, de la esclavitud, sin la ayuda de fuerzas externas o extranjeras, con el sudor de su frente, librando múltiples batallas en condiciones desiguales para ellos, pero con la clara idea y la férrea decisión de vencer al enemigo, y consiguieron la victoria. Fue un inexplicable e inconmensurable hito, un acontecimiento hasta la actualidad sin precedentes a nivel mundial. Nosotros también podemos, con el asentimiento de los que quieren, de los que se atreven, de los que osan decir no a la miseria, a la corrupción, al nepotismo y a la obscenidad. Con la ayuda de los que aspiran a andar con la cabeza alta, con dignidad, con orgullo de pertenecer a un pequeño país, un país que, a comienzos del siglo XIX, escribió una de las más bellas páginas en el gran libro de la historia de la Humanidad, erigiéndose en el defensor de los conceptos de progreso, de modernidad y de avance, y que con obstinación y enormes sacrificios ha sabido ganarse el respeto y colocarse con sus méritos en el concierto de las naciones. Fue inequívocamente la consecución de la libertad y de la independencia de este pueblo.

Apelo a todos y a todas mis compatriotas a reflexionar sobre estas líneas y tratar de aportar lo mejor de ellos y de ellas para levantar Haití de sus escombros, construirla, nuestra Haití querida. Llamamiento que hago extensivo a los extranjeros que se sienten concernidos y están consternados por la dramática situación en la que se encuentra. Tenemos esta obligación todos y podemos aportar cada uno nuestro grano de arena. Y si la vida no nos reserva a algunos de nosotros el privilegio de presenciar este gran acontecimiento, este tan deseado cambio, podemos estar seguros de que las generaciones venideras o futuras dirán con soberbia que sus parientes, aliados a gente de buena voluntad, son los que restituyeron al país su esencia, su sabor, su esplendor, su brillo y, por ende, su nobleza mancillada durante largos años, recuperando así la integridad, la valentía y la imagen de seriedad y de decoro de la patria, por las cuales los padres de la nación dieron su vida poniendo valientemente fin a tantos siglos de vejámenes e injusticias.

No pretendo, de ninguna manera, con este escrito, presentarme como conductor o líder de una causa, pero sí ser uno de los que pugnan, al lado de otros, para buscar soluciones, siendo muy consciente de que no estoy en posesión de la verdad absoluta. La lucha será ardua, pero venceremos.

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