Tribuna

Manuel Espejo Lerdo de Tejada

Catedrático de Derecho Civil de la Universidad de Sevilla

¿Es necesaria una ley de eutanasia?

¿Es necesaria una ley de eutanasia? ¿Es necesaria una ley de eutanasia?

¿Es necesaria una ley de eutanasia? / rosell

Esta semana está prevista la aprobación de la eutanasia por nuestras Cortes Generales. En estas líneas voy a argumentar que poner término a la vida de las personas discapacitadas, gravemente enfermas o próximas a la muerte, bien con una acción bien con una omisión de los cuidados ordinarios necesarios para su supervivencia, resulta gravemente injusto y es nocivo también para el conjunto de la sociedad.

Es verdad que los argumentos que se esgrimen a favor de la eutanasia son impactantes y parecen convincentes e inobjetables: estaría el argumento de la libertad (nadie obliga a usar la eutanasia pero cada uno podría elegirla para sí, en determinadas condiciones); y también que la eutanasia es un modo de luchar contra el dolor cuando la situación de la persona no da esperanza de volver a gozar de una vida normal, digna y satisfactoria.

En mi opinión lo que está en juego no es una mera cuestión de libertad individual, porque permitir la eutanasia afecta al derecho constitucional a la vida. Hasta hoy el derecho a la vida es incondicionado cualesquiera que sean las circunstancias; y, aprobada la eutanasia, ya no lo es. Regular la eutanasia implica que el legislador se arroga el poder de definir qué es y qué no es permisible en esta materia; cuándo el Derecho a la vida puede o no ser dejado de lado; cuándo la vida que está en juego es o no digna de ser vivida. Esto significa entender que es legítimo para el derecho clasificar las vidas de las personas y atribuirles un diferente valor. Me parece que dar estos poderes a quien legisla es peligroso para la sociedad porque recorta la protección de un derecho de todos.

Cada ser humano está mejor protegido si seguimos considerando el valor de la vida como absoluto, e impedimos especular si unas vidas son más o menos valiosas que otras. Desgraciadamente es muy frecuente la discriminación por las ideas, por el valor productivo, por los recursos económicos y ahora queremos añadir a esa triste serie la discriminación por la calidad de vida. ¿No se perciben las terribles amenazas e influencias en la voluntad de los enfermos y los más débiles, y los reproches morales y sociales sobre ellos si deciden seguir viviendo pese a sus circunstancias? ¿Cómo evitar esto si desde el poder se da carta de naturaleza a una clasificación de las vidas en función de sus características, si hubiera vidas "eutanasiables" y vidas no "eutanasiables"?

Pero es que, además, no se trata solamente de permitir que alguien ejercite su libertad eutanásica, sino que la legislación concedería a los agentes sanitarios, precisamente los encargados de cuidar de la salud, el poder de ejecutar la muerte. Los profesionales de la salud nos atienden a todos en la enfermedad y la vejez, ¿se ha parado alguien a pensar en la desconfianza y el miedo que se crearán hacia ellos si pueden dar muerte a sus pacientes? Ningún ser humano debería poder quitar la vida a otros si queremos que la sociedad se base en la confianza.

Los argumentos eutanásicos parten de una idealización del ejercicio real de la libertad por las personas que tienen un padecimiento severo. Nunca se debiera poner al que sufre intensamente en la tesitura de decidir sobre su vida: precisamente sus circunstancias lo hacen más débil y necesitado de cuidados, y tiene una voluntad más susceptible de presiones y sugestiones. Y no sería una buena solución permitir una declaración anticipada en la que, fríamente, en condiciones de salud y lucidez, se adelanta uno a las condiciones de debilidad que se den en el futuro y dispone su propia muerte. En este caso la aplicación de la eutanasia quedaría a la voluntad de un tercero que decide si se dan las circunstancias previstas y si el interesado debe vivir o no, pero quizá para entonces el sujeto ya no quiera morir y no pueda expresar su voluntad.

Se invoca en apoyo de la eutanasia la lucha contra el dolor insoportable. Pienso, como explican muchos médicos, que cuando alguien pide morir lo que en realidad está pidiendo es dejar de sufrir. Pero los expertos en cuidados paliativos saben que hoy en día existen medios para evitar o aliviar el dolor físico y también el sicológico y moral (a veces más relevantes para el paciente) con terapias de acompañamiento y medicación, de modo que el dolor insoportable hoy ya no es inevitable.

Si para vencer el dolor eliminamos al paciente, perjudicamos a la sociedad en otro sentido: ésta termina perdiendo tensión investigadora sobre los medios de paliar el dolor, y disminuyendo el esfuerzo asistencial, y el acompañamiento humano y religioso a los moribundos; ¡cuánto mejor sería centrar todo nuestro empeño en lograr que cada persona pueda afrontar sin dolor y angustia el proceso de su propia muerte! El Dr. Martínez-Selles (presidente del Colegio de Médicos de Madrid) ha recordado que está recomendado que existan dos servicios de cuidados paliativos por cada 100.000 habitantes y que en España tenemos sólo 0,6, ni siquiera la mitad. Es obvio que es más difícil y costoso invertir en salud que dar la muerte, pero la primera es la solución verdaderamente humana. Aunque ya sea tarde para evitar la aprobación de la ley, todavía no lo es para ir pensando en derogarla y en aplicar políticas más humanas a los problemas de la enfermedad y del fin de la vida.

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