Tribuna

Alfonso Lazo

Historiador

Lo nuevo

Si bien sin democracia (gobierno de la mayoría) no es posible la libertad, sí es posible una democracia totalitaria

Lo nuevo Lo nuevo

Lo nuevo

Partido Popular y PSOE hablan de sus próximos congresos como de un "rearme ideológico". Temo por el contrario que ambas reuniones acaben en sendos chascos.

Dicho de otra manera: es muy probable que los dos partidos no pasen de las consignas, los lugares comunes y las frases hechas que tienen harta a la gente, incapaces ellos de percibir que algo profundo está cambiando en la sociedad de Occidente. Basta comprobar ciertos llamativos desánimos para entender enseguida que estamos ante un movimiento de protesta general contra la dictadura ideológica del así llamado progresismo; una hartura infinita de la corrección política, del buenismo y del relativismo propio de un pensamiento débil; algo que reclama, más que la rutina gastada del lenguaje de los políticos, una ruptura cultural.

Porque de un asunto de lenguaje se trata y, en consecuencia, de una nueva filosofía, de otra cosmovisión, de un paradigma distinto de aquél que hicimos nuestro con ciega alegría hace ya cincuenta años, una propuesta alternativa de relaciones sociales. Ideas claras que perfilen los conceptos empezando por el de libertad personal, cosa buena en sí misma y por ello irrenunciable, que no siempre coincide con la democracia; pues si bien sin democracia (gobierno de la mayoría) no es posible la libertad, sí es posible una democracia totalitaria.

El nuevo imaginario que emerge en Occidente (procuremos no confundir la corriente profunda con su espuma) exige también ideas claras sobre los orígenes prepolíticos del Estado, pues el Estado hunde sus raíces míticas en la necesidad de asegurar la vida, la paz, la propiedad de los ciudadanos y la justicia. Justicia entendida sobre todo como protección de los débiles, sin confundirlos con vividores y caraduras: ayudar a quienes buscan trabajo, no a los ociosos de profesión; garantizar estudios excelentes para los buenos estudiantes, no para los que no quieren estudiar; proporcionar vivienda a quienes carecen de ella, de ninguna manera a quienes ilegalmente las okupan; buscar una solución para los desahucios, no para los sinvergüenzas que se niegan a pagar la renta o las hipotecas; dejarnos de una vez de pánfilos legisladores que confunden algarabías politizadas en la calle, humillándose ante ellas, con las verdaderas necesidades de la polis. Leyes con derechos y deberes, sin miedo a demandar tales deberes; deberes que sólo pueden exigirse desde gobiernos civilizatorios y ejemplares. ¿Están PSOE y PP preparados para aceptar un modelo así?

Al Partido Popular le falta, de entrada, el líder con carisma que requieren los tiempos de grandes mutaciones. Un educador audaz y sin complejos por el qué dirán los de enfrente. El Partido Popular todavía no ha comprendido que, como escribe Chateaubriand, "la libertad que capitula, o el poder que se humilla, no obtiene en absoluto clemencia de sus enemigos": un PP acobardado que convierte en propio el lenguaje de la "ideología de género", que permite a la rudimentaria mitología progre impregnar la televisión pública (puesta, según se dice, al servicio de la derecha); un partido que copia el estilo de la presunta izquierda y premia a escritores y artistas que van a tirarle luego el premio a la cara, porque en ese mundillo los autoproclamados progresistas imponen cada día su sectarismo. No se trata de que Rajoy se marche ahora, pero si de aquí a las elecciones generales Rajoy no da paso a un heredero con lenguaje propio y rompedor el PP habrá perdido para siempre la posibilidad de conectar con la nueva modernidad que aflora después de decenios de sometimiento al discurso obligatorio.

En cuanto al PSOE, más que una falta de líder, lo que le ocurre es una paradójica pérdida de proyecto: habiéndose convertido el mundo entero (incluida la España de Rajoy) a la socialdemocracia, el centenario partido nada tiene que ofrecer. El pasado 7 de noviembre, Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, confesaba en público que "nadie sabe lo que puede ser hoy el socialismo". "Izquierda exigente" llama Patxi López a inventarse una derecha malvada, cruel, xenófoba, machista y genocida a la que machacar a gusto; y ahí queda todo el "rearme ideológico" socialista.

Pero no se trata de fundar nuevos partidos (bastan los penosos emergentes), se trata de si alguno de los dos grandes (PSOE o PP) será capaz de liderar la contestación colectiva que la sociedad parece estar dando a 1968. Más que ante un duelo político estaríamos en una batalla cultural de largo alcance.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios