Tribuna

Juan Rivera-Mata

PhD

La paella: cuestión de identidad

Muchos países han pasado de ser homogéneos a tener una alta diversidad racial, religiosa, étnica y educativa. Y la diversidad es algo complejo

La paella: cuestión de identidad La paella: cuestión de identidad

La paella: cuestión de identidad

Hace unos meses bajé al Starbucks en el cosmopolita barrio de Georgetown, en Washington DC, el centro del imperio. Un hombre se sentó al lado, vio mi PC, me dijo si era español lo que escribía y le dije que sí. Me preguntó de dónde era y le dije que de España. A continuación me preguntó si yo era blanco; le enseñé mi mano y le dije que ése era mi color, que él me lo dijera. Era la primera vez que yo afrontaba el tema racial como algo personal.

Mi hija tuvo un pequeño accidente de coche en Carolina del Norte (Sur profundo americano), yo estaba allí, vino la Policía que tomó atestado. El policía me preguntó si mi hija era hispana y yo le dije que yo no lo sabía, que se lo tenía que preguntar y ella dijo que sí lo era.

Esto pasa en la multirracial y multiétnica EEUU; también en las hasta ahora muy abiertas Holanda y Suecia. De EEUU siempre se dijo que era un melting pot (un potaje, donde todo se cuece junto), pero ahora se afirma que es una "ensalada mixta" (no se mezclan, pero se aderezan juntos). En España, fruto de 1492, somos muy homogéneos en cultura, etnia, historia y religión; no somos paella, sino pescado a la plancha; lo único que nos va diferenciando es la región/autonomía; mismo pescado con diferente sal.

La identidad no es compleja hasta que uno se la cuestiona. Es más, nos simplifica nuestra vida. El proceso de categorización social que conlleva identificarse con tu tribu (religión, cofradía, raza, etnia, partido político, club social, universidad, empresa, etc.) le dan sentido a nuestra vida. Sabemos quiénes somos, a qué grupo pertenecemos, lo que representa.

Al final es la respuesta a lo que es la vida. ¿quién soy y qué sentido tiene todo esto? Nuestra tribu, nuestra pertenencia a un grupo de iguales nos da tranquilidad. No sólo nos da unas claras y simples respuestas; incluso nos hace no cuestionarnos nuestra misma identidad o significado.

Pero la tan famosa globalización ha traído un gran movimiento mundial de personas. Muchos países han pasado de ser homogéneos a tener una alta diversidad racial, religiosa, étnica y educativa. Y la diversidad es algo complejo. Estuve en una presentación ejecutiva al rey Felipe VI en Washington sobre el terrorismo: el 50% de los terroristas activos en Europa y en EEUU. son nacidos allí; estaban integrados, pero no asimilados. Las leyes de discriminación positiva de EEUU de los años 60 no han conseguido en 50 años que haya integración social. Por otra parte, los hispanos de tercera generación en EEUU pierden su español; llegaron analfabetos, pero acabaron muy integrados (veremos con Trump si se han asimilado o si, ahora, rebuscan dentro de sí mismos ).

Colón descubre y coloniza Puerto Rico en 1493 y en 1917 EEUU, les concede la nacionalidad. ¿Tras estos 100 años son latinos, hispanos o estadounidenses? Yo puedo pedir la nacionalidad estadounidense: soy español, mi mujer e hija lo son, estudie aquí en 1980-81, trabajé 20 años en una empresa americana y llevo 11 años dando clases en sus universidades. Al margen de la conveniencia logística, ¿me hago estadounidense? ¿Lo soy? Mi hija, tras tener pasaporte estadounidense 18 años se muda a EEUU y el oficial de inmigración le pregunta por qué. Su respuesta: porque soy americana (estadounidense). Meses después me dijo que era española con pasaporte americano. Cuestión de identidad.

Cuando no nos cuestionamos lo que somos vivimos en paz con nosotros mismos. Cuando salimos de nuestra tribu, de nuestro entorno, empezamos a comprender el exterior, a otras personas de otras tribus y mundos. Nos relacionamos con ellos y compartimos experiencias. Relativizamos nuestro entorno, pero vemos la realidad bajo otro prisma, incluso comprendemos otras realidades. Pero nos cuestionamos nuestra esencia, nuestro ser.

En EEUU y en Europa; muchos quieren volver a un mundo anterior. En España tenemos un largo camino de diversidad que recorrer; mientras antes lo hagamos, más ricos culturalmente y competitivos seremos en este Nuevo Mundo, aunque tendremos problemas en el camino. Este Nuevo Mundo es complejo; no hay respuestas simples para problemas complejos (R. Heifetz), pero siempre andamos buscándolas y la identidad lo es.

El comprender e integrarnos con otros nos amplía las miras y nos hace conocernos, pero también cuestionarnos; nos ataca a nuestro anclaje más básico, nuestra identidad. Tal vez podamos convertirnos un día en una difícil paella mundial que acepta casi todo pero sigue siendo una.

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