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El 'paganini' de la nación de naciones

El 'paganini' de la nación de naciones El 'paganini' de la nación de naciones

El 'paganini' de la nación de naciones / rosell

Aunque somos bastantes los que desconfiamos de lo que, entre bambalinas, se está pactando en Cataluña, son también muchos los que, en su buena fe, confían todavía en el buen hacer del doctor Sánchez, nuestro muy honesto presidente, para resolver el más grave problema que a día de hoy tiene planteado España.

Y de esos que todavía confían, muchos son, sin duda, paisanos nuestros, porque sin los andaluces sería imposible ese 30%, más o menos, de estimación de voto al que dicen que el PSOE se ha encaramado en las encuestas después de haber accedido al poder, en muy malas compañías y por la puerta de servicio.

Como casi siempre, la clave de lo que va a suceder en el futuro en este aspecto, es decir, el pronóstico que anticipamos del resultado de las conversaciones que bajo cuerda mantienen Sánchez y Torra desde la moción de censura, hay que buscarlo en el pasado. No tanto en el remoto, en este caso, sino en el reciente, que pone sobre la mesa cuál es el pensamiento de Sánchez sobre esta materia.

Decía, en este sentido, nuestro inefable doctor, hace ahora un año, en un desayuno informativo que "España es una nación de naciones", y que la nación de naciones estaría formada, al menos, por España, Cataluña, Galicia y el País Vasco." También, un poco antes, en un mitin en el Centro Cívico de Tarragona apuntaba que "Cataluña es una nación" y que "la España nación de naciones va a llegar".

No es que, en esto, fuera Sánchez muy original. Ya en la primavera del 36, Andreu Nin, jefe del POUM, partido comunista de inspiración troskista y obediencia no soviética, que acabó masacrado en el 37 por sus camaradas del PCE, propugnaba, como Sánchez, la transformación de nuestro país en lo que él llamaba una Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas.

A lo dicho se unen las bochornosas declaraciones que escuchamos hace unos días a Josep Borrell -la gran esperanza blanca-, ministro de Asuntos Exteriores del Reino de España que, tan pancho, afirmaba, nada menos que en la BBC, el día de la Diada, que Cataluña es una nación y que los presos estaban mejor en la calle que en la cárcel porque lo cierto es que estos chicos nunca se escapan.

Pues bien, para los menos informados, y dentro de los muchos y variados aspectos que plantea la cuestión catalana, quiero centrarme hoy en uno de los más importantes: el económico, y muy especialmente en la influencia que este asunto puede tener en las cosas del comer, aquí, en Andalucía, nuestra tierra. Verán cómo, con muy pocas palabras, lo van a entender muy bien.

Andalucía y Cataluña son las dos regiones más pobladas de España. La primera tiene casi ocho millones y medio de habitantes y la segunda un millón menos. Andalucía tiene un PIB de 155.000 millones y Cataluña de 224.000, esto es, un 44% más. Andalucía tiene un PIB per cápita -magnitud muy reveladora del nivel de vida de un territorio- de 18.470 euros por persona y año, y Cataluña unos 30.000 euros, esto es, un 62% más. Andalucía tiene una tasa de paro del 23,4% -910.000 personas- y Cataluña, la mitad, un 11,5% -432.000-, esto es, un 105% menos. Por último, Andalucía tiene un riesgo de pobreza -ingresos anuales inferiores a 8.522 euros por persona- del 31% mientras Cataluña lo tiene del 15%, esto es, un 100% menos.

Sin embargo, a pesar de todas estas cifras tan reveladoras, lo cierto es que el nivel de los servicios públicos que se prestan en Andalucía, de nuestras carreteras, puertos, universidades, colegios y hospitales, es similar al que existe en Cataluña. Por tanto, ¿cómo es posible que siendo nosotros, los andaluces, muchísimo más pobres -económicamente hablando, claro- que los catalanes tengamos los mismos recursos económicos que ellos para sostener el esfuerzo de las administraciones? La respuesta es muy clara y se engloba en una sola palabra: solidaridad.

Por eso, sorprende tanto al observador avisado que, siendo como es el PSOE un partido cuya fuerza política esencial radica en Andalucía, esté dando soporte en el Congreso a unas políticas de las que el gran paganini va a ser, sin duda, el pueblo andaluz. Porque, desengañémonos, está muy bien todo eso de la identidad propia, la cultura, el idioma, los sentimientos y demás pamplinas que utilizan los independentistas, pero lo que realmente subyace en sus anhelos es la pela, el dinero, es decir, los recursos económicos que tienen y que se niegan a compartir con Andalucía durante más tiempo.

Esta insolidaridad que, como hilo conductor de su política de apaciguamiento, parece dispuesto a validar el sanchismo es en la historia del PSOE una verdadera herejía, que producirá muy graves perjuicios para nuestra tierra, que es, paradójicamente, la que brinda la mayor parte de los apoyos con que el socialismo cuenta. En definitiva, una verdadera esquizofrenia.

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