Tribuna

javier gonzález-cotta

Periodista y escritor

Un peregrino por España (y Cataluña)

Un peregrino por España (y Cataluña) Un peregrino por España (y Cataluña)

Un peregrino por España (y Cataluña) / rosell

Hace unos meses, con motivo de su doctorado honoris causa por la Universidad de Alcalá de Henares, el escritor e intelectual Peter Handke, preguntado por la actualidad española, contestó muy escuetamente que el proyecto político de Cataluña "da miedo". Punto. No dio más explicaciones. Él -dijo- no era ningún comentarista político (quizá había aprendido la lección tras su malentendida postura en la guerra de los Balcanes de los 90). Esta saludable parquedad lo diferencia -decimos nosotros- de otros supuestos cacúmenes literarios que por aquí, en España (o en lo que de ella queda), suelen prodigarse en estos días tan broncos. Pensemos, por ejemplo, en ciertas voces de la siniestra cultural, que como se sabe suelen mostrar su empatía con los nacionalismos esquineros de siempre (Manuel Rivas y Suso de Toro forman en este sentido una bonita pareja de hecho).

El caso es que, con ocasión de tal distinción en Alcalá de Henares, la editorial Alianza ha publicado el libro Handke en España, en edición de Cecilia Dreymüller. Las alusiones al paisaje español, a sus queridas tierras de España, son numerosas y singulares en la obra del escritor austriaco. Con su peculiarísimo estilo, nada fácil (vaya esto por delante), su narrativa se caracteriza sobre todo por la crítica de la enajenación del individuo en la sociedad contemporánea. Desde que leímos Elmiedo del portero al penalty, leer a Handke encadila a muchos (es nuestro caso), o bien causa sopor.

En este volumen se recogen extractos de diferentes obras en las que aparecen imágenes, citas, fucilazos de una España ajena al común aguafuerte. Handke recorre el paisaje español al modo del "peregrino querúbico" de Ángel Silesius. Ya sea junto al picacho del Almanzor, mientras escucha en Linares el primer canto del cuclillo del año en una mina abandonada o al caminar bajo "el gris granito de la lluvia" en Galicia, el peregrino Handke va desvelando el soniquete interior que lo acompaña en su caminata: el lugar está dentro de uno mismo. "¡No estás tú en el lugar/ el lugar está en ti!", como recordaba Silesius.

Desde que visitara el país por primera vez en 1972, lo cierto es que Handke, gran lector de Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y Antonio Machado, siempre ha mostrado una especial querencia por la España meseteña. A pie, en tren o en autocar, solía admirar las enormes extensiones vacías del país, el agazapado temblor de sus ciudades pequeñas, cuyos contornos se diluían entre campos de labranza, serranías y terrenos incultos. Por azar, tras recalar en una pensión de Linares, fue aquí donde concibió su Ensayo sobre el cansancio. El otro Ensayo sobre el jukebox lo escribió en cambio bajo el invierno de Soria, mientras asistía de vez en cuando, cual hincha contemplativo, a los partidos del C.D. Numancia en el campo de fútbol de Los Pajaritos.

A primeros de los 90, Handke visitó también las Tablas de Daimiel, aunque no dejó de pensar en el drama de aquel entonces: la desmembración y la guerra en Yugoslavia (el escritor está unido a Eslovenia por vía materna). El peregrino aparece por cualquier lugar de España. En Ceuta, en Ayer, de camino, describe desde la Peña de los Muertos la luminosa cota de malla de Gibraltar que remarca la costa europea. Conoce el Viernes Santo en Ponferrada y Astorga, mientras que de iglesia en iglesia castellana admira una y otra vez el contorno puro de las imágenes románicas.

La sierra de Gredos es el enclave donde sitúa La pérdida de la imagen, que narra las cuitas y andanzas de una banquera extranjera. Para Handke, Gredos viene a ser el "ejemplo de una vida terrenal indevastable". Recordemos que, exiliado en París, Unamuno decía a quien lo reconocía y saludaba que él no quería saber nada sobre la ciudad de la luz ni nada de su calco de eternidad sobre el alma del transeúnte. En su cabeza sólo escuchaba el retumbo de aquella España sobria, veraz, cortada a pico: "¡Gredos! ¡Gredos!"

Handke también trasegó por Cataluña, la misma tierra que ahora, de pronto, "da miedo", como dijo en mayo pasado. En 1971 José Luis Gómez estrenó su pieza teatral El pupilo quiere ser tutor en un escenario barcelonés. En 1974 se publicó, primero en catalán, La por del porter davant del penalty. Feliu Formosa y Joan Fontcuberta contribuyeron a la buena recepción de sus obras en Cataluña. Prueba de ello fueron las tres ediciones que vieron las prosas políticas de Benvinguda al consell d'aministració. De paso, recordamos también que el pintor protagonista de El año que pasé en la bahía de nadie era catalán, de Tarragona, aunque se sentía muy español.

El peregrino Handke ha conocido palmo a palmo todos los pasos fronterizos de los Pirineos. Ideal para caminar le resultó el valle de Arán en Lérida. Con obsesivo fervor admiró los enclaves románicos de la baja Cerdaña. A diferencia de Gredos, es probable que Cataluña, la Cataluña de esta mala hora, le resulte otro ejemplo de vida terrenal, sólo que en versión devastable por méritos propios.

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