Tribuna

Manuel Bustos Rodríguez

Catedrático de Historia Moderna de la UCA

Los sínodos de la encrucijada

Se vive un tiempo de zozobra dentro de la Iglesia, cuyos resultados están aún por vislumbrar. Si nadie lo impide es posible que se introduzcan cambios imprevisibles

Los sínodos de la encrucijada Los sínodos de la encrucijada

Los sínodos de la encrucijada / rosell

La Iglesia católica afronta dos sínodos de gran trascendencia y repercusión futura: uno, que se concluyó el 27 de octubre, el de la Amazonía; otro venidero, el de los obispos alemanes. Se trata, sin duda, de dos magnas reuniones de naturaleza muy diferente, aunque vinculadas ambas a un mismo proceso de cambio que viene de lejos. En el último medio siglo hemos asistido, grosso modo, a una convivencia, a veces difícil y conflictiva, entre dos maneras distintas de entender la Iglesia, tomando como punto de partida el Concilio Vaticano II.

Una preocupada por asegurar la tradición viva de la Iglesia, que junto con las Sagradas Escrituras, constituyen las dos fuentes de la Revelación en el Catolicismo; otra, poco o nada respetuosa con la primera. Es lo que, en términos teológicos, el papa Benedicto XVI denominó para referirse a ellas como las hermenéuticas de la reforma y de la ruptura respectivamente.

Durante su pontificado y el de su antecesor, Juan Pablo II, a pesar de que esta posición siguió siendo influyente, tuvo más limitadas sus manifestaciones externas. En los últimos años, sin embargo, las expresa sin tapujos y abiertamente. El problema fundamental de esta corriente, hoy eclesialmente poderosa, es que no tiene definido su modelo religioso, de manera que se puede encontrar dentro de ella, junto a propuestas claramente heréticas, otras que apuntan hacia una vuelta al arrianismo o a una religión mundialista de síntesis, de fronteras difusas, basada en un vago buenismo humanitario, sentimentaloide, que corrige los Evangelios y, por tanto, a Cristo en sus expresiones más duras para el hombre de hoy. Trata así de adaptarse a la cultura ambiente, sin importarle mucho los riesgos ni las contradicciones en que pueda incurrir. Sin tampoco preocuparle mucho, al parecer, los nulos resultados obtenidos (me refiero a la extensión y crecimiento en la fe) por aquellas confesiones cristianas protestantes que han adoptado, ya hace tiempo, algunas de las novedades que esta corriente propone. Cada teólogo, sacerdote o laico se convierte a la sazón en ella en artífice de los cambios, según su criterio personal, desvinculándose de la norma. La cercanía de dicha posición a la cultura occidental dominante explica el fervor con que es saludada por el mundo de la increencia y los poderes secularistas de la sociedad actual.

Los dos sínodos aludidos, a falta todavía de las conclusiones finales, hay que entenderlos dentro de la evolución de la iglesia más arriba aludida. En el borrador previo, en términos eclesiales llamado Instrumentum Laboris, relativo a la Amazonía, aparecen elementos que comprometen fuertemente la tradición de la Iglesia y tendrán efectos sustanciales de cara al futuro. La previa ceremonia de exaltación en Roma de la Madre Naturaleza, con motivo de la inauguración del sínodo, ha suscitado una gran inquietud. Diferentes obispos, teólogos y laicos con responsabilidades pastorales se han pronunciado sobre el borrador referido, señalando los contenidos problemáticos, heréticos tal vez, que afectan a la costumbre aquilatada de la Iglesia y a los contenidos doctrinales de la fe.

En cuanto al próximo sínodo a celebrar en Alemania, desde la Santa Sede se han emitido avisos a sus responsables sobre los equívocos derroteros que parecen querer seguirse en él, temiendo incluso la posibilidad de un cisma de esta iglesia nacional con respecto al conjunto de la catolicidad. Aunque indeseable, no sería la primera vez que sucediera en su larga historia. Sin embargo, lejos de servir las advertencias para un replanteamiento de ciertas cuestiones insertas en el programa del sínodo, algunas coincidentes con las del dedicado a la Amazonía (sacerdocio, diaconado, matrimonio o moral sexual), la dirección del mismo ha recalcado su decisión de seguir adelante con sus propuestas iniciales.

Se vive, en definitiva, un tiempo de zozobra dentro de la Iglesia, cuyos resultados están aún por vislumbrar. No sólo son fruto de los profundos cambios culturales en Occidente, sino de los incesantes esfuerzos de los últimos cincuenta años de un sector influyente de ir más allá de la actualización del mensaje cristiano para llegar a más gente. Coincide, paradójicamente, con la llamada reiterada a los lacios en la Iglesia a la misión evangelizadora, que tanto requiere de unidad y de convicciones sólidas para que sea eficaz. Si nadie ni nada lo impiden, es posible que los cambios se introduzcan, casi sin ser notados de los fieles poco formados, abocando a la Iglesia a un cambio de paradigma (Parolin y Cupich) de consecuencias imprevisibles.

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