Panorama

'No tenim por!'

  • No debió haber en la marcha de ayer en Barcelona más gritos que el de libertad

'No tenim por!'

'No tenim por!'

No, no tenemos miedo, pero el miedo está ahí, insonoro. Punzante. Confundido con la rabia, con la incomprensión. Con la irracionalidad de unos fanáticos que mueren matando. Llenos de odio, de ira. Vidas rotas, quebradas para siempre. Dolor. Dolor por ausencias robadas. Truncados tantos y tantos sueños, vivencias, hoy, en la lejanía del corazón, sólo recuerdos. Duelo infinito para padres, maridos, mujeres, hijos, hermanos. El resto, seguimos viviendo. Pero no, no tenemos miedo, y sin embargo el miedo está ahí. Siempre estará. Aunque digamos alto y claro, que no lo tenemos.

Los miserables nunca podrán con una ciudadanía si ésta sabe lo que quiere y permanece firme en sus convicciones, en sus valores cívicos y ciudadanos. La solidaridad es algo que nos atraviesa a los españoles. Como la libertad, el anhelo de justicia. La tragedia y el terror del pasado 17 de agosto sabemos que puede repetirse en cualquier momento y en cualquier lugar de este país. No estamos libres de amenaza, pero tenemos vivir con ese terror, con esa sospecha. Hoy más que nunca y más que manifestaciones es capital la colaboración ciudadana, la búsqueda de la verdad, la denuncia de toda violencia, de todo actitud contraria a la libertad y a la vida. Y aquí, en esta integración parcial que es la realidad existente, así como la necesaria reafirmación de identidades, la colaboración es crucial.

Cientos de miles de personas se concentraron en Barcelona ayer tarde. Un clamor con una sola voz, la condena del terrorismo atravesó la ciudad mediterránea, cuna de luz, de esperanza y de libertad, pero sobre todo, de ganas de vivir.

Algunos aprovecharán además para sus soflamas y sus devaneos y juegos políticos. Se ha tratado de politizar y enlodazar esta manifestación. No es momento. Todos sabemos que en la cabeza de todos se anudan varios sentimientos y varias preocupaciones, pero dos principales, el terrorismo y la independencia. No nos engañemos. No seamos estúpidos, ni tampoco cínicos. Buscarán unos aplausos, otros silbidos y reproches. Los ensalzarán. Es la mediocridad de una clase política más dada al maquillaje y la superficialidad que a la responsabilidad. Sobre todo algunos de esa clase, si bien no es justo catalogar a todos ni generalizar por un patrón desmedido y corto.

No debería haber otra bandera más que la de la libertad ni otro grito más que el de libertad, justicia, verdad y seguridad. Pero algunos confunden el griterío y el balbuceo con la falta de educación. Y la inoportunidad política. Lo de la corrección política hace tiempo que ha fenecido en este erial de demagogia e improvisación. Las lides de este ruedo ibérico falto de costumbres recias y ayuno de autocrítica. La hojarasca no nos deja ver. Y los frívolos, los bravucones se han subido a un escenario donde copan la palabra, el micrófono. Los que no opinan, las masas invertebradas pero cabreadas, siguen, suspiran, anhelan. Así nos va.

Pero hoy, como ayer, y antes de ayer, en nuestro pensamiento las quince víctimas mortales. Sus familias. El abrazo de unos padres en Rubí, padres que han perdido a su pequeñín de 3 años, a un imán. Abrazo sentido, firme, humano, atravesadamente humanizadora. Esa es la imagen. Esa vale más que mil manifestaciones. Por que esa sí que puede herir a los violentos. No una manifestación ni un millón.

Han pasado ya diez días. Y todo lo que sabemos también asusta y preocupa. Ocho terroristas fueron muertos, hoy con la corrección política se dice abatir, como en Oriente Medio cuando los que mueren son los que mueren, que todos sabemos, y con sus muertes hemos descubierto su radicalidad, su frialdad, su perseverancia y empeño en sembrar muerte y horror sabiendo que morían. Pero también que formaban una célula extremadamente radical, de las peores corrientes salafistas que existen. Takfires dispuestos a morir y que viven y esconden su religiosidad para asestar un golpe mortal. Hemos visto la absoluta falta de predisposición a colaborar por parte de los Mossos y la impotencia y pasividad de la Fuerzas de Seguridad del Estado al no poder actuar. Y eso es dramático, preocupante y mezquino en un país que aspira a ser moderno y donde desde el Estado central no se han atrevido a tomar el control de la situación desde el primer momento. Hemos visto fallos, la operación Jaula, el salto de un control policial, la falta de diligencia y pericia en la investigación de la casa de Alcanar, y, todo hay que decirlo, los disparos a muerte, sin que nadie lo cuestione. ¿Todos tenían que ser abatidos o no se podían haber detenido e intentar a través de interrogatorios sacar más información en la investigación? Más allá del escrúpulo moral que ha producido o no el hecho, y la repugnancia que nos merecen los 12 terroristas, somos un Estado de Derecho, aunque algunos quieren instalar una república bananera.

Pero no, no tenemos miedo, pero sí nos preocupan muchas cosas, incluidos algunos demagógicos de la política que en un día como el de ayer sus veladas contra el jefe de estado y la independencia les deja a la altura del barro. No, no tenemos miedo, pero el miedo, como a Pedro Muñoz Seca cuando le arrancaron de la checa de San Antón, en Madrid, fue lo único que no le pudieron quitar.

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