Provincia de Cádiz

Cien mil horas sirviendo a España

  • El autor, que fue muchos años piloto de la Quinta Escuadrilla, analiza la trayectoria de la unidad desde su nacimiento en 1966 y su contribución en diversas misiones humanitarias

LAS cien mil horas de vuelo que celebra en estas fechas la Quinta Escuadrilla de aeronaves de la Armada comenzaron a contar un día de junio de 1966, cuando el primero de sus helicópteros despegó del portaaviones Independence y vino a posarse en las pistas del helipuerto. Era el primer SH-3D salido de la cadena de producción de Sikorsky, una apuesta comprometida para la Armada cuyo acierto puede verse hoy en los registros históricos alcanzados por la escuadrilla a golpe de esfuerzos y sacrificios, sintetizados en el ejemplo de sus miembros que un día volaron al cielo con alas propias para hacer su última toma en el más plácido y azul de los helipuertos: Agustín Farizo, Víctor de la Torre, Agustín Borrego, Juan Rojas, Jesús García de Lucio, Juan Seijas, Arturo Morales, José Antonio Gutiérrez Barba y Miguel Ángel Jiménez López.

Con la llegada del último de los aparatos, la escuadrilla cristalizaba en dieciocho helicópteros antisubmarinos excelentemente dotados para operaciones SAR. Como consecuencia de las enseñanzas de las Malvinas, a tres de los aparatos se les instaló un radar de alerta temprana y se los acondicionó como paraguas electrónico de la Flota; más adelante, con la caída del bloque soviético, sin submarinos que detectar y con la aparición de la Guardia Civil del Mar y Salvamento Marítimo, surgió su rol actual como helicópteros de transporte y apoyo anfibio. Víctimas de desgraciados accidentes, siete de los aparatos se quedaron en el camino, de modo que a fecha de hoy la escuadrilla cuenta con once unidades, tres en versión de alerta temprana y ocho para transporte.

Cuando en el litoral meridional no existía otra forma de control desde el aire que el uso de estos helicópteros, las dotaciones se multiplicaban a ambos lados del Estrecho. Una época en que el flapeo de las palas de sus rotores era considerado como el batir de las alas de los ángeles. Así debieron sentirlo al menos los más de cuatrocientos náufragos rescatados de las negras pezuñas de la muerte que recuperaron la sonrisa a bordo de estos helicópteros. Una época en que los aparatos de la Quinta Escuadrilla lo mismo acometían un rescate que acosaban a las rápidas embarcaciones de los contrabandistas del Estrecho; un día se vestían con sus mejores galas para cruzar el cielo llevando los restos mortales de SM Alfonso XIII y al siguiente organizaban un carrusel de una semana para buscar una niña desaparecida en aguas de Portugal. Y en medio de tan frenética actividad, las horas amargas de la búsqueda de los compañeros caídos a bordo de tres de los helicópteros, en accidentes que se saldaron con la pérdida de nueve vidas humanas.

Hoy las jóvenes dotaciones de la Quinta se llenan la boca con palabras que a los más viejos les suenan lejanas: Piratería, asalto al buque So-San, Hispaniola… Los helicópteros despliegan en puntos geográficos tan remotos como Bagdad, Kuwait, Líbano, Bosnia o Haití, lugares muy alejados de la rutina de antaño. Y con la evolución de las misiones, progresó también la plataforma. Hoy las dotaciones disfrutan en el Juan Carlos I de todos los adelantos para hacer más fácil el cumplimiento de la misión. Atrás queda el Príncipe de Asturias, que parece que fue ayer cuando llegaba de Ferrol y acaba de zarpar como el que dice en su última singladura, y el entrañable Dédalo, lleno de achaques y taras y, sin embargo, didáctico como pocos.

En definitiva, distintas dotaciones, misiones y configuraciones, pero el mismo espíritu tallado a golpe de esfuerzo y sacrificio; diferentes plataformas a lo largo del tiempo, pero idéntica ilusión, porque siendo cierto que las circunstancias pueden haber cambiado, los helicópteros de hoy son los mismos que volaron esos compañeros que ya han sintonizado el TACAN del cielo y, en esencia, las dotaciones de todos los tiempos de estas vacas sagradas que hoy cumplen cien mil horas, no han hecho otra cosa que la que se enseña y jura en las respectivas escuelas de la Armada: servir a España.

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