José María González | Alcalde de Cádiz

"La salida de Errejón es un espectáculo más mediático que político"

  • El regidor gaditano se pronuncia sobre la crisis en Podemos y la pérdida de votos de Adelante Andalucía en las autonómicas

El alcalde de Cádiz, José María González, durante la entrevista.

El alcalde de Cádiz, José María González, durante la entrevista. / Joaquín Hernández Kiki (Cádiz)

—Resulta extraño que aún no se haya pronunciado sobre toda la marejada que ha causado la salida de Errejón de Podemos y su paso a Más Madrid. ¿Cuál es su postura al respecto?

—Creo que todo este capítulo es un espectáculo más mediático que político, que está muy lejos de centrarse en responder a los problemas de la gente y de este país. No podemos olvidar la perspectiva: lo que ocurre en Madrid obedecen a problemas de una comunidad autónoma del tamaño de Cádiz. Para mí, el peso y la continua presencia de la salida de Íñigo Errejón y su paso a Más Madrid obedece al centralismo de los medios, que tienen un carácter muy capitalino: todo lo que ocurre en Madrid tiene mucha más importancia que algo que ocurra en el resto del territorio. Y me malicio, también, que es un tema muy inflado porque afecta a Podemos.

—En cualquier caso, la salida de Íñigo Errejón no es algo que pille por sorpresa: no son los doce diputados de Vox. Lo que no se sabía era el momento en el que ocurriría. ¿Piensa que ha sido inoportuno?

—De forma personal, yo he observado todo este desarrollo con bastante tristeza. Sí creo que ha sido un momento inoportuno. También te digo que la cocina de Madrid es tan frenética que nos puede coger de improviso algo que allí, tal como puede ser la velocidad de las cosas, era lógico, o inevitable. No estoy de acuerdo con la forma de anunciarlo, o de decirlo, pero en cualquier caso es una situación que afecta a Madrid, y así lo entiendo. Lo que ocurre allí, allí se queda. Los desencuentros entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón atañen a los madrileños. Tanto Teresa Rodríguez como todos sus compañeros del Parlamento andaluz intentan centrarse en los problemas de Andalucía, en los problemas que son cercanos a la gente que representan.

—Es curioso: la transversalidad es uno de los conceptos que más maneja la nueva izquierda, pero no parece saber aplicarlo. Este caso podría ser un ejemplo.

—Es que la transversalidad de criterio o las políticas transversales son algo que la izquierda se plantea como un reto o un horizonte. No encontramos este tipo de debates o de contradicciones en el centro-derecha. Para ellos, la transversalidad es una palabra vacía o no la practican. En ese horizonte a alcanzar es donde se encuentran los problemas.

—Y ahí nos topamos con la recurrente imagen del Frente Popular de Judea.

Es el pecado original de la izquierda. A la zona izquierda del campo ideológico la caracteriza un ecosistema muy diverso. La derecha presenta una ideología muy cohesionada, pero muy monolítica. En principio, la izquierda entiende esto como una ventaja. La clave está en los objetivos: si se asumen, un sistema diverso está en mucho mejor posición de plantar cara a la derecha.

—Hay autores, como Daniel Bernabé (La trampa de la diversidad), que sostienen que la izquierda se ha perdido en el juego de identidades, abandonando su núcleo.

—No estoy de acuerdo. Al bajar al terreno, la izquierda ha encontrado la posibilidad y la valentía de abandonar los frentes principionistas y de enfrentarse a sus propias contradicciones, abandonando el esencialismo. Es un proceso de construcción que hemos de afrontar y que puede llegar a ser desagradable y, sobre todo, lento. Pero el desafío de este momento está precisamente en generar una unidad popular. Es un momento histórico en el que debemos de darnos cuenta de si sinceramente queremos representar al pueblo al que decimos pertenecer como vanguardia, no estando a cien pasos por delante, sino a un paso por delante. Uno se puede convertir en vanguardia del pueblo sólo afrontando sus contradicciones. En Cádiz, lo estamos intentando.

"El desafío de este momento está en generar una unidad popular"

—Cádiz tiene mucho, por condición y personalidad, de irreductible aldea gala. Pero con el escenario actual, con un gobierno de PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox en la Junta, y Podemos en un estado de incertidumbre, puede que también lo termine siendo políticamente.

–Hombre, me gusta lo de aldea gala porque, al final, siempre ganaban los galos. Ya no sé si soy más Astérix u Obélix. Pienso que, a pesar de los problemas inflados o reales que pueda tener Podemos, es una formación que sigue teniendo un potente suelo electoral, como decía la última publicación de Metroscopia: se mantiene pese a todo, pese a todos los frentes abiertos. Es el partido que representa y recoge todo el acervo de izquierdas alternativas de este país a medio y largo plazo. Es fácil caer en el discurso desalentador o pesimista, pero yo soy optimista y creo que la política es una carrera de largo recorrido; en Podemos estábamos preparamos para llegar, y es una formación que ha venido para quedarse.

—Dentro de la dinámica tan propia del Frente Popular de Judea, que decíamos, está la falta de autocrítica. Cuando sale algo mal, parece que la culpa siempre está fuera o, como mucho –quizá aún más frecuente– en el de al lado.

—Cuando se dice que la izquierda no tiene autocrítica, de verdad que no lo entiendo, porque yo diría que pertenece a nuestra misma alma. Estamos viendo el caso del PP, que se ha descubierto como una estructura profundamente dañada por la corrupción, y que insiste en decir que los casos que se están descubriendo y están pasando por la justicia son unas cuantas manzanas podridas. Eso sí que es carecer totalmente de autocrítica.

"Paquí Pallá merece un pasodoble, aunque no sea en absoluto gracioso"

—Paquí Pallá S.L., la empresa pantalla de desvío de fondos del Partido Popular, ¿merece una cuarteta?

Paquí Pallá merece un pasodoble, aunque no sea un tema en absoluto gracioso. No sólo te gastas el dinero público en cosas como cenas de Navidad, sino que lo haces bromeando, completamente seguro de tu impunidad.

—En los análisis posteriores al desplome de Adelante Andalucía en las autonómicas, una veta interesante era la del discurso. Fue una campaña muy centrada en temas como la identidad o Cataluña: temas propios de la derecha. Si entras en un territorio que no es tuyo por naturaleza, tienes mucho en contra.

—En las últimas elecciones andaluzas, pienso que influyó mucho la sensación de inercia: muchísima gente se quedó en su casa porque daba por hecho que iba salir lo de siempre; a pesar del desgaste, más de treinta años de gobierno socialista no daban para pensar otra cosa. Especialmente, tras el batacazo histórico que se había pegado el PP. Sí que hubo un contexto españolizante importante, marcado absolutamente por el discurso catalán, aunque insisto en que esa no era la prioridad de la izquierda. Los discursos andalucistas quedaron en segundo plano, aunque desde Adelante Andalucía se intentó dar un discurso andaluz, en el que afrontar problemas y buscar soluciones. ¿Que hay cosas que podríamos haber hecho mejor? Seguro que sí. Nadie podía imaginar, tampoco, que iba a ser este momento precisamente el de la eclosión de la extrema derecha, aunque sea un fenómeno que se haya estado dando en toda Europa. Como decía, creo que pesaron el exceso de confianza y el cansancio desde una parte importante del electorado. Entre los elementos positivos que puede tener el escenario actual, se encuentra la reactivación de muchos sectores sociales, sectores que formaron parte de los “indignados” hace unos años y que ahora se habían replegado. Hay reflujos muy importantes de todo ese movimiento, como las iniciativas y protestas feministas o por las pensiones.

—¿Algún mensaje para Arturo Fernández, que ha vetado a la ciudad por tener un gobierno de Podemos?

—Siento de verdad que Arturo Fernández, con su edad, tenga tantos problemas con Podemos. Debería venir y ver que somos buenos chiquillos, que no tenemos cuernos y rabo. Y, desde luego, no tenemos un lápiz rojo de censura, como sí existía en este país, en otras épocas con las que Arturo Fernández se puede sentir más identificado.

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