Provincia de Cádiz

"Me ametrallaron a punto de matarme y me metieron preso"

  • Un mecánico relata cómo fue detenido por entrar a la deriva en aguas marroquíes y cómo "una funcionaria española" le pidió 500 euros para "suavizar" su condena

"Aquella noche me ametrallaron, estuvieron a punto de matarme y me metieron preso". Cuando el mecánico naval Jesús Benjamín Pérez zarpó aquel 11 de marzo de Algeciras para una reparación rutinaria no sabía que, a tan solo cuatro millas y media de Tarifa, iba a ser tiroteado, detenido, golpeado, víctima de un intento de soborno por parte de quienes debían defenderle y encarcelado en una mísera cárcel de Marruecos durante veinte días, después de saltar de una embarcación en llamas. Así consta en la denuncia que interpuso el pasado dos de abril ante el Juzgado de Instrucción Número 1 de Algeciras este gallego vecino de la capital campogibraltareña. Anteayer fue difundida por una reputada agencia de noticias de ámbito nacional. A través del mismo medio, el cónsul de España en Tánger y un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación se apresuraron a desmentir cualquier intento de mordida por parte de funcionarios españoles en la ciudad marroquí. Y a aclarar que Jesús Benjamín Pérez se benefició de las "diligencias normales" que se practican cuando un español ingresa en una prisión en el extranjero. Sin embargo, desde Asochofer, una asociación también de ámbito nacional dedicada a denunciar las situaciones que viven los españoles presos en el país vecino, no sólo se da crédito a la denuncia de Jesús Benjamín Pérez, sino que aseguran tener constancia de al menos dos quejas más por hechos similares, que se han comunicado a dos ministerios. El que sigue es el relato que, en primera persona, hizo a Diario de Cádiz el mecánico naval gallego.

"Todavía no acabo de creerme lo que pasó aquel día, pero pasó. Mi compañero marroquí y yo nos montamos en Algeciras en una patera rumbo a una embarcación semirrígida que se había averiado a unas cuatro millas y media de Tarifa y a unas cuatro de Tánger. Era una deportiva que había vendido la empresa en la que trabajaba y que iba a participar en julio en el V Raid Dragonera-Trofeo Cetelem. Una embarcación de alta velocidad, con cuatro motores de 250 caballos cada uno. Se le había partido el tanque de gasolina. El patrón y un tripulante volvieron a tierra y nosotros nos quedamos allí, a la deriva. Estábamos calibrando el alcance de la avería, cuando vimos llegar la semirrígida de la Marina Real marroquí. Se nos echaron encima como piratas, disparando a ráfagas con una Browning 50. A mi compañero le dieron en una mano. A mi estuvieron a punto de matarme. Me salvé porque me tiré a cubierta. A él lo cogieron y le pegaron con un Cetme. A mí me dejaron en el barco ardiendo. Salté al agua. Al poco tiempo, aquello estalló y se dio la vuelta. Vamos, que ni en las películas de Rambo. Me izaron a la neumática y me trasladaron a una patrullera mayor, que nos condujo hasta Tánger. Eran ya casi las once de la noche. Me llevaron a Comisaría y me metieron en un sucio calabozo. Al segundo día se presentó aquella mujer, una funcionaria del Consulado español, a donde llamó la Policía marroquí. No, no se acreditó, pero a la Comisaría sólo tienen acceso los miembros consulares. Me dijo que estaba acusado de penetrar con un barco ilegal en aguas marroquíes y de entrada también ilegal en el país. Y que por eso, lo mínimo que me iban a caer, serían seis años. Me lo pintó fatal. A renglón seguido me dijo que si le daba 500 euros, vería suavizada mi condena. Yo me negué. Le advertí de que tenía en regla todos mis papeles y que había trabajado muchas veces en barcos [los cita] y astilleros marroquíes. No pude enseñar ninguno. Se quemaron todos".

" A mi familia, otro funcionario le dijo por teléfono que no hiciese nada por verme, que era inútil, que se olvidasen de mí. Después de cuatro días, me trasladaron a una prisión inmunda donde sólo había veinte catres para cincuenta reclusos, el váter era un agujero en el suelo y donde se comía basura en un sitio lleno de cucarachas, si no querías pagar veinte euros por un bocadillo. Allí pasé veinte días rodeado de gente que había matado y de toxicómanos. Por fortuna, gracias a otros presos españoles, contacté con un buen abogado marroquí. Tras pagarle 1.500 euros, consiguió que me pusieran en libertad después de tres juicios. Sólo me condenaron a una multa de 300 euros por entrada ilegal en el país. A mí, que tengo residencia oficial en Ceuta y que en la frontera de El Tarajal no se le miran los papeles a nadie. El 26 de marzo estaba en libertad y el dos de abril presenté la denuncia en Algeciras. Me dijeron que la archivarían, porque no tienen jurisdicción en Marruecos".

"¿Mi compañero? Tuvo peor suerte. Le abrieron la mano hasta tres veces en unas condiciones lamentables. No podían extraer la bala. No sé nada más de él".

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