EDUCACIÓN

Padres y madres de escuela

  • Las APAs de los colegios organizan buena parte de la vida de los centros, sobre todo en horario no lectivo. Sus miembros afrontan ahora un nuevo reto: integrar en las aulas a los extranjeros y a sus progenitores

En muchos colegios e institutos,  las asociaciones de padres organizan, entre otras muchas actuaciones, la semana cultural. En la última celebrada en el IES Villa de Vícar, un pueblo del poniente almeriense en el entorno de El Ejido, Clementina Sánchez inventó una actividad que consistía en fabricar un mapa en el que los niños marcaban países, aquéllos donde nacieron. Salieron 41. Casi un mapamundi completo.

Clementina es ama de casa, oriunda del pueblo. Ha visto, primero desde el APA del colegio Nuestra Señora de la Merced y ahora como tesorera de la asociación de padres en el instituto, cómo ha cambiado el pueblo, primero con emigrantes de otras comarcas y después con extranjeros, principalmente marroquíes, subsaharianos y,  en menor cantidad, rumanos y ecuatorianos. Ella ya ha organizado jornadas para dar a conocer culturas y convivencias gastronómicas, pero, a pesar de sus esfuerzos, los padres foráneos no acaban de integrarse en el colegio. “Algunos sí van a las horas de tutoría, pero a las reuniones vienen poco. No sé si es porque no saben de qué va el tema o porque creen que les miramos mal. El caso es que aquí todos tienen cabida”, afirma.

Heily Villegas es venezolana. Cuando llegó a la barriada de Cerralba, en Pizarra (Málaga) tomó ella la iniciativa y se integró en el APA del colegio público rural Mariana Pineda. Lo pasó mal al principió. “Parece una tontería, pero me costó mucho entender a la gente, que hablaba sin pausa, y ellos no me entendían a mí tampoco. Recuerdo que en las actividades cogía la cámara y hacía fotos, pero no querían salir”. Ahora todos posan. Como secretaria de la asociación, Heily ha encontrado su sitio. Y ha descubierto para qué puede servir un APA. De hecho, lo percibió cuando comenzó a impartir talleres extraescolares aprovechando los conocimientos de informática que traía de su país natal. En 2006 acudió, para obtener más información, a la asamblea de la Confederación Democrática de Asociaciones de Padres de Alumnos de Andalucía (Codapa) . Se prestó voluntaria para ser vocal en Málaga y fue elegida. “Me he enterado de cómo obtener apoyos, y de las leyes. A veces les digo a mis compañeros: ¿Cómo es posible que yo sepa más que ustedes?”. Trabaja, ahora, en el proyecto de ampliación del colegio, en una barriada en crecimiento, y lo último que ha solicitado es una subvención para que los padres puedan tener ordenadores en el centro.

En el IES Torre Almenara de La Cala de Mijas, el APA, como en otros cien colegios de toda Andalucía, gestiona directamente, gracias a una subvención de la Junta, el plan de puertas abiertas del centro, o lo que es lo mismo, todo las actividades relacionadas con horas no lectivas. Entre ellas se encuentran algunas de inmersión lingüística para padres. Lógico. En ese instituto, público y español, la mitad de los alumnos son británicos, y, aparte del inglés y el español, hay más de veinte lenguas. Es un centro donde sólo el treinta por ciento  es de nacionalidad española. “Hemos conseguido que todos los escritos vayan en los dos idiomas y cada vez que llega un padre con su hijo por primera vez hacemos que antes de por secretaría  pase por nuestra oficina. Les explicamos los proyectos y todos los servicios educativos que hay para  el alumnado. No se trata de llevar al niño al colegio y dejarlo allí”, dice Marisol Luque, la presidenta de la asociación de padres.

Hay diferencia entre británicos y otros extranjeros. Éstos saben que de su adaptación depende su bienestar en el futuro, lo que no sucede en algunos de los oriundos de las islas. “La mayoría de los padres están de paso y no tienen intención de afincarse aquí. Y la prueba es que en Málaga el índice de universitarios británicos es muy bajo”, dice Luque. Los integrados, como Lisa Ashwin, la tesorera, opinan muy distinto. Ella forma parte de la directiva del APA de El Chaparral, colegio adscrito a Torre Almenara. Desde que pertenece a ella, ha subido el interés de sus compatriotas por participar en actividades del centro, pero aún así éste es escaso. Muchos se apuntaron a las clases de español, pero ahora sólo persisten seis. “Aquí hay un colegio internacional, pero yo siempre recomiendo el público, porque es más disciplinado (sic). Alguna vez ha llegado un chico mayor, de trece años, y le ha costado mucho adaptarse. En ese caso, aconsejo el internacional”, afirma esta inglesa, que ha pasado la mayor parte de su vida en España. La integración cuesta: en clase se distribuye a los alumnos mezclando orígenes, pero en los ingleses forman un grupo y el resto, otro.

Heily  Villegas ha comprobado que no sólo son distintos el sistema educativo venezolano y español. Es algo más profundo. “Lo estoy pasando mal. Mi hijo no quiere estudiar Bachillerato y, allí, en mi país, y sobre todo las clases bajas, el niño es consciente de que tiene que estudiar para sobrevivir. Aquí no. Aquí un albañil o un fontanero gana mucho, cosa que no pasa allí, y los niños no quieren estudiar”. En el mapa de Clementina, las nacionalidades de los alumnos no sólo son un punto geográfico marcado. Son algo más.

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