Un viaje entre dos mundos

“Somos nosotros mismos”. Con esa afirmación, que Beatriz Morales introduce con voz en off al comienzo del espectáculo, se resume a la perfección ‘Flamenco sin sulfitos’, un montaje reestrenado en la Sala Compañía en la tarde del pasado jueves y en el que Beatriz Morales y Agujetas Chico dan rienda suelta a su creatividad.

Desde una idea musical bastante definida, ambos desarrollan una propuesta en la que el cante, la guitarra y por supuesto, el baile conforman la base de la misma. Evidentemente, el peso principal recae en Antonio (Agujetas Chico), un artista con una singularidad especial y cuya sola presencia en el escenario siempre aporta algo.

Su cante, con esa voz rajada, y su guitarra monopolizan gran parte de este ‘Flamenco sin sulfitos’, a veces desde el clasicismo, más que nada porque lo lleva en el ADN, y otras desde una visión contemporánea, como demuestra el hecho de añadir al martinete tradicional el bajo de Juan Grande y el saxo de Diego Villegas, artista invitado.

A partir de ahí y como si fuera una combustión, su personalidad, y por ende su música, se adhiere al baile de Beatriz Morales, que, con un cuidado vestuario, recorre desde la seguiriya (con buen manejo de los pies) y donde ambos se exponen al público sin ningún tipo de añadido, a los tiengos-tangos (que baila con un sugerente sombrero) pasando por la bulería por soleá, todo intercalado con arreglos actuales, destacando especialmente la flauta y la armónica que incorpora Diego Villegas.

Así, bajo este prisma avanzamos en ‘Flamenco sin sulfitos’, que nos regala la vidalita interpretada a dúo por Cristina Tovar y Dani Bonilla, y una buena tanda de fandangos de Agujetas Chico, uno primero de claro acento camaronero, y otros, acercándose más a Huelva, del habitual repertorio agujetero.