Un volcán de creación y arte

XXVI Festival de Jerez

La XXVI edición del Festival de Jerez vuelve a notar la ausencia de muchos cursillistas pero constata el excelente momento creativo de los artistas, los clásicos y los más jóvenes

Una imagen del espectáculo del Ballet Nacional.
Una imagen del espectáculo del Ballet Nacional. / Miguel Ángel González
F.P./B.G.T./D.M.

07 de marzo 2022 - 03:00

A pesar de ómicron, que durante algunas semanas puso en jaque el normal desarrollo de esta XXVI edición del Festival de Jerez, la muestra jerezana ha superado el cuarto de siglo con especial valentía.

Bien es cierto que la pandemia aún ha dejado bastantes secuelas en el certamen, pues no ha habido el volumen de cursillistas habituales, una circunstancia que se ha dejado notar en los propios cursos, y también en el Villamarta, cuyo motor, por desgracia o por suerte, sigue siendo la gente que viene de fuera, porque Jerez, en líneas generales y salvo algún que otro artista local muy concreto, continúa dando la espalda al mismo. Será cuestión pues de que todo se normalice para volver a ver a la ciudad ‘invadida’ de foráneos, sobre todo con todo el desembarco asiático, que ha brillado por su ausencia en este 2022 debido a las complicadas cuarentenas existentes en sus países de origen y que han hecho que muchos hayan optado por no venir.

En lo meramente artístico, Villamarta, epicentro del Festival, ha vuelto a acoger propuestas de todo tipo, desde las más clásicas a las más vanguardistas, si bien es verdad que este año, quizás también como consecuencia de la pandemia, los artistas han puesto sus cinco sentidos en cada uno de los trabajos presentados, conscientes de este periodo tan complicado que les ha tocado vivir.

En el gran coliseo jerezano deslumbró una vez más el Ballet Nacional de España, que ofreció, en doble sesión, un extraordinario homenaje a Antonio Ruiz Soler en ese espectáculo llevado a cabo por su director, Rubén Olmo, con motivo del centenario del gran artista. Folclore, danza clásica, escuela bolera y flamenco pero sobre todo una exquisitez en todo lo ofrecido, cautivaron al público jerezano, que disfrutó a su vez de la música en directo de la Orquesta Bética.

No fue menos el Ballet Flamenco de Andalucía, una institución que pese a los inconvenientes que a menudo tiene que pasar, sigue siendo un ejemplo a seguir gracias al buen trabajo de sus artistas.

En el apartado clásico ha habido propuestas convincentes, como la vuelta de Manuela Carpio tras cinco años. La bailaora jerezana se rodeó de gente de su gusto para poner en pie ‘La fuente de mi inspiración’, un trabajo de corte tradicional pero con flamenco de toda la vida, ese que desgraciadamente encontramos cada vez menos.

Mercedes de Córdoba, en 'Sí quiero'.
Mercedes de Córdoba, en 'Sí quiero'. / Manuel Aranda

En esa línea circuló también Farruquito, fiel a su manera de concebir el baile, Manuela Carrasco, que dejó muestras de su sabiduría, o Antonio El Pipa, con un cierre de Festival muy revelador. No faltaron a su cita las nuevas generaciones, representadas esta vez por María Moreno, que sigue haciendo camino con su manera de bailar, El Choro, que puso de manifiesto el baile de hombre con un espectáculo muy completo, y Mercedes de Córdoba, que en su reto de crear su propia compañía dejó claro que lo suyo no es casualidad y que en los próximos años, de seguir su evolución, será pronto primera figura.

En este grupo tenemos que incluir también a Alfonso Losa, un artista que en este Festival ha sacado a relucir toda su madurez, gracias a ‘Flamenco: Espacio creativo’, un espectáculo redondo y donde exhibe su categoría como bailaor. Y como no, a Mercedes Ruiz, que dio otro paso a la excelencia con ‘Segunda piel’, la culminación de un proceso evolutivo que empezó hace más de una década.

Lejos del Villamarta, pero dentro de esta corriente, habría que hablar de Rafael Campallo, que demostró en la Sala Compañía que todavía está a tiempo para volver a ser un referente, y sobre todo Lucía Álvarez ‘La Piñona’, que en los Museos de la Atalaya y con ‘Abril’ ha puesto una pica por un futuro salto al Villamarta. Tampoco habría que olvidarnos de Juan Tomás de la Molía, aire fresco y del bueno.

Manuel Liñán siguió a lo suyo en ‘Pie de hierro’, demostrando que es un top hoy por hoy, mientras que Ana Morales y Rocío Molina caminan hacia otros destinos, pero con la misma fortaleza.

El Festival ha ofrecido también las nuevas investigaciones de Olga Pericet, siempre sugerente, y de la Compañía de Estévez y Paños (una pena que el horario de su actuación no fuese otro teniendo en cuenta que a las ocho y media había espectáculo en Villamarta), las buenas maneras de Carmen Fernández, que con ‘La rosa mutábile’ supo contar cosas de una manera muy visual, el prometedor futuro de Macarena López con ‘Reverso’ o el resurgir de Ángel Rojas en el primer capítulo de su nueva ‘Geografía Flamenca del pensamiento’.

En otros espacios, la guitarra puso de manifiesto su enorme grado de salud con artistas de la talla de Salvador Gutiérrez, Daniel Casares, Joselito Acedo, Juan Requena y el maestro Víctor Monge Serranito. Bien es cierto que al público le sigue costando, por ello hay que felicitar al Festival, que pese a todo sigue apostando por dar el sitio que merece a este instrumento.

El cante tampoco defraudó y clásicos y noveles hicieron disfrutar al público cada uno a su manera. Pansequito hizo las veces de maestro, El Zambo nos dejó algunos retazos de esos que ponen el vello de punta, y María Terremoto y Anabel Valencia evidenciaron que son hoy por hoy dos artistas de primer nivel en lo suyo. Además, y es algo que hay que tener en cuenta, este ciclo ‘De raíz’, que se ha celebrado en González Byass, ha sido uno de los más nutridos, con llenos absolutos en cada uno de sus espectáculos.

Rocío Molina, durante su espectáculo.
Rocío Molina, durante su espectáculo. / Miguel Ángel González

En cuanto a los nuevos espacios, el Festival apostó este año nuevamente por los Museos de la Atalaya, aunque introduciéndoles cierta modificación en su estructura, una circustancia que aunque para los artistas haya podido ser positivo, no ha ocurrido los mismo para el público, que en las filas superiores de la grada tenían cierta dificultad para seguir con normalidad cada algunos espectáculos. Será cuestión de darle una nueva vuelta, porque el espacio en sí merece la pena.

Dentro de esta edición habría que ensalzar también el bonito recuerdo a Caballero Bonald, con dos actos muy elegantes y que sirvieron para, de alguna manera, honrar la memoria del jerezano.

Por último, las peñas han vuelto a cumplir con su cometido, y la respuesta del público al ciclo ha sido excelente. No obstante, el premio revelación de las peñas, instaurado hace unos años, empieza a convertir este ‘de peña en peña’ en una especie de ‘juego de tronos’ entre ellas (porque además no hay un jurado definido), centrándose más en el interés por conseguir un hueco en el próximo Festival para determinados artistas que en cumplir con el cometido que debe tener el tejido asociativo. No estaría nada mal que desde el certamen se tuviera un mayor control de ello, como ocurría antes, si no quiere convertir el ‘De peña en peña’ en un problema.

stats